Fyzal Boulifa (Leicester, Reino Unido, 1985) ha tenido la oportunidad de visitar numerosos festivales de cine con sus cortometrajes en años precedentes, pero estrenar su ópera prima en San Sebastián lo vive como si volviera a aprender todo desde cero. “Me siento muy contento de que la película vaya a conocer por fin a su público, y ver cómo mi percepción de la misma evoluciona con cada proyección, porque soy cada día más consciente de que las películas mutan en función del contexto en el que se encuentran, así que lo vivo como una oportunidad para entender mi propuesta mejor y entenderme a mí mismo también”.
El apoyo de las instituciones cinematográficas ha sido esencial para el desarrollo de la carrera de Boulifa, ya que, al no tener formación específica en cine, los programas de ayudas a la cinematografía o residencias como la Cinéfondation de Cannes significaron en su caso una manera de aprender, al mismo tiempo que le permitía conocer a profesionales del sector y mostrar su obra. Por otro lado, los cineastas tienen siempre que jugar con el equilibrio entre la necesidad de apoyos financieros y la voluntad de encontrar su voz propia. Boulifa explica que “existe una tensión sutil entre el deseo de que las instituciones reconozcan tu voz, y el miedo a que sean ellos quienes definan cómo debe ser. Hay que aprender a encontrar el equilibrio correcto.”
Un retrato inusual de la clase obrera inglesa
Lynn + Lucy cuenta con dos amigas de la infancia como protagonistas. Siguen viviendo en el barrio donde crecieron, son vecinas y mantienen una relación muy estrecha. Sin embargo, una serie de acontecimientos las situarán en circunstancias nunca antes imaginadas y su amistad será puesta a prueba.
La presión que los grupos ejercen en las personas a escala individual, el deseo de querer encajar y ser aceptadas, esa confrontación de lo individual frente a lo colectivo es un elemento que Boulifa explora en su obra de manera constante: “Es una obsesión que tengo y no puedo explicar por qué, pero la verdad es que me fascina la manera en la que, como individuos, nos fundimos en los grupos, y me aterra por igual. El concepto de grupo es por definición excluyente, ya que siempre habrá alguien dentro y alguien fuera de él. Me asusta mucho las cosas que son capaces de hacer las personas cuando forman parte de un grupo, cómo crean sus espacios propios frente a los externos. Es algo que exploro en mi obra constantemente”.
Por otro lado, subraya también el poder de los medios de comunicación para condicionar nuestras vidas. “Es muy relevante identificar cómo, en un mundo que cambia a gran velocidad por el efecto de las nuevas tecnologías, la manera en la que la gente se comunica y se identifica también evoluciona, y sin embargo, tengo la sensación de que esas nuevas identidades colectivas crean los mismos problemas, los mismos peligros, la misma capacidad de violencia.”
Su propuesta contiene además un interés por retratar la cotidianeidad de lo individual y plantear una reflexión abierta en torno a cuestionamientos morales. “En todo momento he sido muy consciente de que mi película de alguna manera mostraba algo muy típico, muy similar al clásico retrato que se puede encontrar en otros filmes sociales británicos, y precisamente quería jugar con ello, porque mi película no es exactamente lo mismo, ya que evoluciona hacia algo totalmente diferente, y quería jugar con esa expectación. De ahí que Lynn sea profundamente ordinaria en muchas esferas. Era muy importante que su universo fuera ese, para poder estudiar hasta dónde es capaz de llegar una persona en un contexto como el suyo, condicionada por el grupo, la cultura y la sociedad que la rodea. Lynn es una víctima de su contexto, pero esa no es la historia, porque lo que importa es que tiene capacidad de elección, y las decisiones que toma, conllevan consecuencias. Quise que la oscuridad estuviera dentro de ella, y en eso es en lo que me distancio del cine social más clásico.
Amaiur Armesto