Todo festival de cine es una encrucijada en la que convergen diferentes maneras de entender el arte cinematográfico, un punto de encuentro donde los caminos seguros y reconocibles se bifurcan en inesperados senderos, o se cruzan con otros cuyo destino no está muy claro pero que, precisamente por ello, pueden resultar aún más tentadores. En toda encrucijada siempre existe el riesgo de perderse, pero esa semana durante la cual cineastas de todo el mundo establecen un enriquecedor diálogo con sus espectadores debería ser, ante todo, una reivindicación del extravío, del placer de caminar fuera de las rutas habituales para descubrir nuevos paisajes y vivencias.
Algunos de los títulos que compiten este año por la Concha de Oro en esta 66 edición del Festival de San Sebastián nos proponen esos sugerentes desvíos, son originales rescrituras de las convenciones del cine de género a cargo de cineastas con marcado estilo y carácter: Peter Strickland con su irónico acercamiento al cine fantástico en In Fabric o la contundencia narrativa de Kim Jee-woon al mostrarnos un futuro distópico en Illang; la aguda revisión de la comedia romántica que plantea Juan Vera en El amor menos pensado y el sainete pasado por el filtro del humor inclasificable de José Luis Cuerda en Tiempo después; Claire Denis adentrándose en los terrenos de la ciencia ficción con High Life y Valeria Sarmiento revisitando el folletín romántico en Le cahier noir; el biopic aliado con el docudrama en el film de Icíar Bollaín Yuli y el melodrama visto desde la sorprendente óptica de Carlos Vermut en Quién te cantará, a través de la peculiar sensibilidad de Naomi Kawase en Vision o tamizado por el sentido del humor de Louis Garrel en L'homme fidèle; la mirada crítica hacia el tradicional cine "de época" que lanza Markus Schleinzer con Angelo; el marcado acento realista y social que Enrique Urbizu, Jorge Dorado y Rodrigo Sorogoyen imprimen al thriller en Gigantes y El reino, o los inesperados vericuetos por los que transita la intriga del film de Benjamín Naishtat Rojo; la fascinación y la belleza con que Telmo Esnal se acerca al baile tradicional en Dantza... Otros directores, como Brillante Mendoza (Alpha, The Right to Kill), Liu Jie (Baby), Isaki Lacuesta (Entre dos aguas), Felix Van Groeningen (Beautiful Boy), Simon Jaquemet (The Innocent) y Tuva Novotny en su debut como directora, Blind Spot, optan por un estilo cercano, directo y sin complacencias a la hora de mostrar todo tipo de problemas sociales. De una forma u otra, todos ellos desarrollan formas de relacionarse con el mundo y la tradición cinematográfica que esquivan los lugares comunes.
Hay dos maneras posibles de huir de caminos trillados que no nos deparan ya sorpresas. Una es seguir los pasos de las nuevas directoras y los nuevos directores que no temen arriesgarse por senderos que no han sido pisados por nadie, como hacen todos los nombres seleccionados este año en la sección New Directors y muchos de los presentes en Horizontes Latinos o Zabaltegi-Tabakalera: cineastas de Europa, Asia y Latinoamérica que reflejan realidades y experiencias bien dispares, pero cuyo denominador común es una mirada virgen, lejos de prejuicios y convenciones. Otra posibilidad de escape, en cambio, consiste en fiarse de caminantes experimentados que, precisamente por conocer a la perfección el terreno, nos descubren rincones insospechados: Jean-Luc Godard, Carlos Reygadas, Ana Katz, Bi Gan, Julio Hernández Cordón, Albertina Carri, Bruno Dumont, Lola Arias, Lucile Hadzihalilovic o Jean-Gabriel Périot serán, entre otros muchos, algunos de esos guías que nos llevarán lejos de toda ortodoxia cinematográfica. Además, la retrospectiva dedicada a la directora británica Muriel Box lanza una sagaz perspectiva femenina sobre géneros clásicos como la comedia, el melodrama o el cine negro.
Parajes sin sendas y aún por explorar también se abren ante nosotros en una época en la que el audiovisual vive uno de los momentos más convulsos y fascinantes de su historia. Y todo festival de cine está obligado a trazar esos nuevos caminos, a apoyar a quienes estén dispuestos a aventurarse por ellos. La nueva Escuela de Cine Elías Querejeta se hace realidad este año y el Festival de San Sebastián colabora activamente en la formación de la que será su primera promoción, al igual que a través del programa Ikusmira Berriak acoge a talentosos artistas audiovisuales para que desarrollen sus futuros proyectos en San Sebastián o mediante el encuentro Nest Film Students presenta los cortometrajes de las nuevas promesas. El Foro de Coproducción Europa-América Latina mantiene su compromiso con la producción de futuras películas y este año pone su foco en las prometedoras cinematografías de los Países Bálticos, mientras que el apoyo a otros títulos en fase de posproducción continúa siendo el objetivo de iniciativas como Cine en Construcción (para el cine latinoamericano) o Glocal in Progress (para películas europeas rodadas en lenguas no hegemónicas). Un festival de cine, en definitiva, que también puede servir de brújula para ese feliz y siempre provechoso recorrido que ofrece a todos sus espectadores.