"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La ópera prima del argentino Francisco Marise nos acerca a la vida cotidiana de un ex soldado internacionalista cubano. Frente al imaginario colectivo que muchas personas podamos tener sobre los veteranos de guerra, Para la guerra nos brinda la oportunidad de acercarnos, desde un enfoque muy particular, a la vida de Andrés Rodríguez Rodríguez, su compromiso político con la revolución cubana, su cordura y lucidez. Una mirada única que, según Javier Rebollo montador y productor de la película, existe porque Francisco es alguien genuino y puro que nos ofrece un cine que no se parece a nada hasta ahora visto: “Su mirada no está contaminada por la publicidad, aunque venga de haber trabajado en ese sector, o por la academia. Nosotros creemos que la academia hay que quemarla cada noche y levantarla cada mañana. Cuando vi los brutos por primera vez, yo sabía que había una película ya contenida en ellos”.
Francisco estaba en Cuba, en el ecuador de su Máster en cine documental en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, cuando por casualidad se topó con Andrés por la calle, un excombatiente que luchó en Angola y Nicaragua, entre otras misiones. Este encuentro lo vivió como una epifanía y decidió permanecer en la isla más tiempo: “La memoria de la guerra se quedó pegada en el cuerpo, en la mirada de Andrés. Yo tenía una noción, una intuición, sabía lo que me interesaba de Andrés, de Cuba, de la post Guerra Fría, del extraño cambio en el que se encuentra inmerso el mundo ahora, pero digamos que la idea principal a raíz de conocernos era jugar a la guerra juntos”.
Francisco cruzaba el campo caminando dos kilómetros con su mochila cada día para llegar a casa de Andrés y pasaba las horas allá, la mayoría de las veces básicamente bebiendo ron con él: “Íbamos grabando juntos y cuando me parecía que estaba pasando algo, rodábamos una escena que construíamos entre los dos”. Sobre esta noción del juego, Javier añade que precisamente esa esfera lúdica y de experimentación es muy importante para ellos: “Nos interesa un cine expandido, que llame a otros sentidos, que contemple la experiencia de la alucinación y se aleje de las narrativas convencionales”.
Recuerda Francisco que tenía claros algunos elementos como jugar a la guerra, o que Andrés representara los entrenamientos, lo que contribuyó a que aflorasen sus memorias bélicas. Eso sí, no partían de un guion estructurado, era todo muy intuitivo, y el resultado que hoy podemos ver llega como un collage que podría recordar a la filosofía punk del ‘hazlo tú mismo’.
“En una época en la que en cualquier ciudad del mundo nos tenemos que sentir seguros y todo tiene que parecer igual –explica el director– la narrativa que espera la mayoría de la gente y que encima la industria propone, es para que todos se sigan sintiendo seguros”. A priori en Para la guerra no hay algo que decir de manera clara; se plantean varías preguntas en busca de respuestas, concatenadas. Para Francisco es como si uno especulase y sugiriese desde su propio caos unas asociaciones para presentarlas en forma de película y que quien la vea las reciba y relacione con otras distintas.
Es una película que contiene muchas otras dentro. Decía Rebollo que “esto no es una película contra la guerra. Cuando el hombre está derrotado sucede algo muy bonito, es más fácil acceder a la felicidad y la alegría desde el dolor que no desde la confortabilidad, y eso está en Andrés”.
Amaiur Armesto