"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
No hay muchos casos parecidos a los de Joseh Losey en la historia del cine: un director estadounidense que empieza a trabajar en el Hollywood de finales de los años 40 y termina convirtiéndose en uno de los nombres más importantes del cine de autor europeo de los 60. A diferencia de otros cineastas exiliados –por razones políticas o artísticas– que no supieron adaptarse a su nuevo país, Losey se adecuó bien a la industria del cine británico, tan distinta en todos los sentidos a la que había conocido en el Hollywood del sistema de los estudios.
Hubo trauma, por supuesto, al tener que abandonar su país natal por culpa de la fobia anticomunista. Pero Losey tardó muy poco en entender la realidad del cine en el que iba a trabajar, en unos tiempos, además, de transformación: el director comienza a triunfar en Gran Bretaña, coincidiendo con la eclosión del Free Cinema y la revitalización del género fantástico promovida por la compañía Hammer Film.
El sirviente (1963) y El mensajero (1971) son, sin duda alguna, las dos películas más conocidas del director. También El criminal (1960), Eva (1962), Rey y patria (1964), Accidente (1967), Una inglesa romántica (1975) o El otro señor Klein (1976). Las películas de Losey fueron en los 60 y principios de los 70 grandes éxitos del entonces llamado cine de arte y ensayo, o de versión original. Su nombre se codeaba en aquella época con los de Godard, Buñuel, Bergman, Bertolucci y Pasolini. Sus películas competían en Cannes, Venecia y San Sebastián. Utilizaba los espejos para deformar la realidad de los protagonistas de sus relatos sobre la posesión de clase o la insatisfacción. Era reconocible pero inclasificable. Estilizado como en El mensajero o abrupto como en Caza humana (1970). Con una clara voluntad camp como en su versión de Modesty Blaise (1966) o al servicio intelectual del star system: La mujer maldita (1968), una pieza de Tennessee Williams interpretada por Elizabeth Taylor, Richard Burton y Noel Coward; ¿puede imaginarse mayor duelo de egos? Con o sin Harold Pinter, el dramaturgo que firmó los guiones de las tres películas que hoy siguen definiendo mejor el estilo y los temas de Losey: El sirviente, Accidente y El mensajero. Con repartos poco conocidos o con estrellas y nombres del peso de Jeanne Moreau, Monica Vitti, Stanley Baker, Dirk Bogarde, James Fox, Sarah Miles, Julie Christie, Michael Caine, Glenda Jackson, Jane Fonda y Alain Delon.
Antes, en el viejo Hollywood ya contaminado por la caza de brujas y las listas negras, Losey, formado en el teatro y la radio de izquierdas durante la Gran Depresión, había realizado una película tan ingenua como apreciable sobre la diferencia y la intolerancia, The Boy with Green Hair (1948), en torno a un niño con cabellos verdes –interpretado por Dean Stockwell, futuro villano adicto al playback en Terciopelo azul de Lynch– fruto de los horrores de la guerra, de todas las guerras y represiones.
Losey rodó a continuación una serie de estimables películas B de cine negro, incluso un formidableremake del clásico de Fritz Lang M, el vampiro de Dusseldorf. Su carrera prometía mucho, pero sus actividades ligadas al Partido Comunista estadounidense y el hecho de ser denunciado ante el comité de actividades antiamericanas le obligaron a exiliarse en 1952 y a desarrollar –y muy bien– el resto de su obra en Inglaterra, Italia y Francia, con una parada española para rodar Las rutas del Sur (1978), continuación emocional de La guerra ha terminado de Alain Resnais.
Quim Casas