"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Directora general del Festival Internacional de Cartagena de Indias, uno de los más antiguos y prestigiosos de América Latina, Lina Paola Rodríguez forma parte del jurado de Horizontes Latinos. Para la programadora se trata de una sección clave caracterizada, este año, por la
pluralidad de miradas.
¿Cómo valora la existencia de una sección como Horizontes en un festival como el de San Sebastián?
Yo creo que es una plataforma muy poderosa a la hora de lograr que el cine latinoamericano penetre en los mercados europeos. Además, se da la circunstancia de que muchos de los títulos que conforman este año la sección vienen de Cine en Construcción, una iniciativa por la que San Sebastián apostó muy fuerte y que se ha revelado un semillero maravilloso
para que muchas películas lleguen a florecer.
¿Cree que la selección de títulos de este año refleja la heterogeneidad de propuestas que ofrece actualmente el cine latinoamericano?
Pienso que sí. Es verdad que la realidad social y política de nuestra región sigue teniendo mucho peso como punto de partida de muchas de las películas que hacemos pero creo que
actualmente se aborda de manera mucho más sutil. Actualmente hay mucha más pluralidad de enfoques y, en este sentido, resulta llamativa la fuerte presencia de mujeres detrás de la cámara, pues su mirada aporta un punto de vista diverso.
Este año en Horizontes, de hecho, hay muchas óperas primas.
Sí, aunque también tenemos a directores consolidados como Michel Franco o Sebastián Lelio, es verdad que hay toda una nueva generación de directores que viene pisando fuerte.
Muchos de ellos pertenecen a cinematografías emergentes como la colombiana, la peruana, la boliviana o la costarricense.
¿El crecimiento de la producción en esos países tiene que ver con la implicación por parte de las administraciones?
Sin duda. En Colombia, por ejemplo, hace quince años se producían apenas una docena de largometrajes al año y actualmente estamos en los 45 títulos anuales. Ha habido una
política pública de incentivos a la producción y a la promoción que es la que ha posibilitado ese incremento, y creo que se ha dado, en mayor o menor grado, en todos los países de la región. Y eso es una noticia muy positiva.
¿Y cuál diría que es la recepción de la audiencia latinoamericana hacia su cine?
Bueno, eso es más problemático. De hecho, la gran asignatura pendiente del cine latino es llegar a su propio público. Yo creo que, del mismo modo que se han dado incentivos a la producción, habría que implementar algún tipo de ayuda a la compra y distribución de películas latinoamericanas. Ya sabemos que la distribución es un negocio que se rige por las leyes de la oferta y la demanda pero, a la larga, resulta pernicioso. A consecuencia de eso, a las generaciones más jóvenes les cuesta consumir cualquier tipo de producto que no se ajuste a las formas de expresión del mainstream.
Pero ustedes, en el Festival de Cartagena de Indias, trataron de paliar esto llevando sus proyecciones a comunidades excluidas de los cauces habituales de distribución.
Fue una iniciativa que asumimos al comprobar que, en sus últimas ediciones, el festival había perdido audiencia. Eso nos preocupaba porque si algo ha sostenido históricamente
a nuestro certamen es ser un festival pensado para el público. Luego también tuvimos en cuenta que, en Colombia, el hecho de ir al cine es percibido como un lujo. Entonces decidimos apoyar la circulación de las películas seleccionadas por el festival organizando proyecciones en comunidades vulnerables y la respuesta no ha podido ser más positiva.