Cada vez que se convoca a los medios para dialogar con el ganador o como en este año, ganadora del Premio Donostia, no falta el periodista que, de corrido, recita, a modo de resumen, la lista de nombres con los queel galardonado ha trabajado. En el caso de Sigourney Weaver (Nueva York, 1949) esa lista se antoja impresionante: Ridley Scott, Roman Polanski, Mike Nichols, Woody Allen, M. Night Shyamalan, Ang Lee, David Fincher o Peter Weir son algunos de los cineastas que han convocado, para suspelículas, a la actriz. “¿Qué puedo decir? –se preguntó la intérprete– He tenido la oportunidad de trabajar con tantos directores extraordinarios a lo largo de mi carrera que, realmente, me siento muy afortunada”. De esa amplia nómina de realizadores, la actriz destaca la infl uencia que, sobre su trabajo, tuvo el australiano Peter Weir: “Yo venía del mundo del teatro y él, que es un hombre muy luchador en el set, me enseñó a trabajar en el caos que supone un rodaje”.
A Ridley Scott, gran amigo suyo, también le dedicó palabras de reconocimiento. De su mano, la intérprete se convirtió en la teniente Ripley, el personaje que más reconocimiento le ha procurado y, de paso, el papel que logró imponerla como icono de reciedumbre femenina: “Siempre me dicen eso, que mis personajes son mujeres fuertes. Pero yo siempre he intentado representarlos tal y como son, no buscando potenciar únicamente su poderío sino también sus debilidades, su vulnerabilidad”. Aquel
viaje inicial en la Nostromo le sirvió también a la actriz para aterrizar por primera vez en Donostia: “Que un festival del prestigio de San Sebastián se fi jase en una pequeña película de ciencia fi cción como la nuestra fue algo muy hermoso. Por eso tiene un
signifi cado muy especial para mí volver aquí hoy a recoger este premio”, dijo la actriz, quien asimismo valoró la concesión del Donostia apelando a que “es un galardón que viene de un país como España donde se ama el cine y donde la gente que trabaja
en la industria audiovisual demuestra una auténtica pasión por su trabajo. Rodando A Monster Calls me encontré con un equipo técnico entregado, donde cada uno de sus integrantes se había leído el guion”.
WOMEN’S POWER
En la rueda de prensa no faltó la consabida pregunta sobre la falta de personajes femeninos relevantes para actrices veteranas, algo que Sigourney Weaver, rebatiendo el tópico, se permitió cuestionar: “Yo nunca había trabajado tanto como ahora, así que no creo que falten personajes interesantes para actrices de mi edad. Hace unos años es posible que sí fuera así pero el cine actual refl eja la posición alcanzada por
la mujer. Hoy en día en casi todos los ámbitos de la vida pública hay mujeres en puestos relevantes. De hecho, es posible que en EE.UU pronto tengamos a una mujer ocupando la presidencia del país”. La actriz reivindicó a las mujeres “como el pegamento que mantiene unido al mundo” y consideró que “actualmente estamos viendo los resultados de la lucha que hemos mantenido a lo largo de los años”. En este sentido, Weaver quiso destacar
la sensibilidad de los cineastas a cuyas órdenes ha trabajado: “La mayoría han sido hombres pero con una visión honesta de la mujer”. La actriz manifestó que quizá el hecho de haber tenido como primera vocación el teatro es lo que le ha permitido ir construyendo
una carrera tan heterogénea “donde he priorizado el potencial dramático de los papeles que me ofrecían más allá de otras consideraciones sobre su extensión o su importancia”.
LA FUERZA DE LA SENSIBILIDAD
“Este fue el primer festival de cine en el que estuve en mi vida cuando vine en 1979 con
una película titulada Alien”, recordó anoche una Sigourney Weaver emocionada, al poco de recibir el Premio Donostia de manos de Juan Antonio Bayona. El director catalán tuvo el honor de presentar a una de las más importantes actrices de las últimas décadas, a la que describió, ante todo, como una mujer sensible. “Lo que hace de Sigourney Weaver la mejor guerrera de la historia del cine es la sensibilidad y vulnerabilidad que da a todos sus personajes”, dijo en la presentación de la actriz. De aquella visita a San Sebastián recuerda
muy bien, porque le sorprendió mucho, el aurresku de bienvenida de unos “bailarines disfrazados de soldados vascos”, y desde entonces siente especial afecto por España y por una ciudad como San Sebastián, a la que aprecia como un verdadero “cruce de culturas
e ideas”.