La trayectoria profesional del cineasta argentino Andrés Di Tella le ha convertido en uno de los documentalistas más significativos del continente americano. Di Tella (Buenos Aires, 1958) ha sido además fundador y primer director del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y ha capitaneado también el Princeton Documentary Festival en Estados Unidos.
Él es uno de integrantes del Jurado de esta edición de la sección Horizontes Latinos, junto a la actriz Inma Cuesta y a la programadora Shari Frilot, y también toma parte en la programación del Festival con su instalación “327 Cuadernos” en Tabakalera. “Lo que me parece especialmente interesante del Festival de San Sebastián es el -no sé cómo llamarlo- equilibrio o el desequilibrio deliberado que mantiene al tener todas estas estrellas de Hollywood al lado de algo como lo que hago yo, una instalación bastante experimental. Esa combinación entre una programación de nivel y tener algo de vanguardia, el propio espacio Tabakalera, o mantener secciones tan vivas como Cine en Construcción, se forma una feliz constelación que me habla de un festival que se preocupa no solo de programar las mejores películas, sino también de producir hechos, que toma sus riesgos y sigue buscando sin quedarse cómodo en los laureles, como han hecho algunos grandes festivales actuales, como Cannes, por ejemplo”.
EL “CHALECO” DEL DOCUMENTAL
“Me gusta mucho el documental -reconoce Di Tella-, pero especialmente las instalaciones que ahora hago, porque tienen algo de lo que yo llamo el cine desbordado, tomando el término que acuñó José Val del Omar, aquel cineasta español de los años 40 que quería iluminar al público y desbordar el cine de la pantalla. Ahora estoy haciendo este tipo de cosas: la instalación de aquí sobre el escritor Ricardo Piglia, otra que también estoy haciendo en Buenos Aires sobre Borges que se llama “El cine de Borges”, con multipantallas y ciertos objetos que tú puedes abrir como quieras, como un libro, y si hay más gente en la sala sucede la simultaneidad y esa sensación de que te estás perdiendo algo que está sucediendo al lado. Es algo que con el cine actual no se puede lograr, y es para mí una forma de recrear esa experiencia de la vida”.
Sin embargo, el cineasta argentino confiesa que “ a veces me siento un poco apretado en el chaleco del documental, tengo ambivalencia con este género y me siento limitado; llegué a escribir una vez un artículo titulado ‘Odio la palabra documental’, porque sugiere una serie de cosas con las que yo no me identifico. Yo hago cine y uso la imagen y los sonidos para provocar emociones; por eso mis películas proponen un viaje emocional, no informativo”.
Como jurado, Andrés Di Tella asegura que en su valoración de las películas, le interesan sobre todo las que sean personales, que presenten “ algo no convencional y no recorran caminos ya transitados, que muestren el ADN del autor, en la elección de una lente, del fondo, de los encuadres”, y mantiene buenas expectativas sobre el trabajo fílmico que se hace actualmente en Latinoamérica. “El cine de América Latina vive una edad de oro: hay una cantidad infernal de producción en casi todos los países y eso posibilita que cada vez haya producciones mejores; además, los realizadores jóvenes filman sin miedo, sin trabas, y usan con una gran libertad las nuevas tecnologías”.
PILI YOLDI