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“Todo el mundo quiere ser el centro del universo. Tratar de cambiar el centro del universo: eso es lo difícil”. Esa frase pronunciada en The Giant, la ópera prima del director sueco Johannes Nyholm que se presentó ayer en la Sección Oficial, puede resumir buena parte del espíritu de la película, y tiene mucho que ver con las dinámicas propias de un juego como el de la petanca, una curiosa elección para emplear como metáfora de la vida. “La petanca no es un deporte muy cinematográfico porque es muy estático, pero encaja muy bien con el personaje principal, porque su viaje es interno, no es una persona dinámica. Lo que él trata de hacer es crear magia en su imaginación, y lo cierto es que la petanca tiene algo de magia cuando se juega bien y se consigue colocar la bola justo en el lugar que se desea, a veces cambiando el punto de referencia”, explica Nyholm.
Rikard, el protagonista, nació con un síndrome desconocido que le provocó deformaciones en su estructura ósea y le recluyó en el autismo. Después, fue separado de su madre, que sufrió una psicosis poco después de su nacimiento. Desde entonces sueña con volver a juntarse con ella. Para alguien como él, ser el centro del universo es especialmente difícil, pero tiene sus recursos para tratar de cambiar ese centro: a través de su gran ilusión, que es jugar a la petanca y participar en los campeonatos nórdicos de este deporte, y a través de su propia imaginación: Rikard sueña continuamente que es un gigante y como gigante, ya puede volver a juntarse con su madre.
La historia tiene mucho de fábula, de cuento, pero a la vez se desarrolla en una realidad oscura y triste. Eso se traduce en el formato de la película, que combina un estilo documental a lo largo de la mayor parte del metraje con las ensoñaciones del protagonista, llenas de color y luminosidad. El trabajo de fotografía resulta de gran valor en esta película, pues se encarga de subrayar ese contraste permanente entre realidad e imaginación.
EXPERIENCIAS PERSONALES
The Giant encuentra su inspiración en experiencias personales de su realizador, que ejerce asimismo de guionista. También el propio protagonista, Christian Andrén, que no es actor profesional, ha tenido casos de autismo en su familia, lo cual ha ayudado mucho en la construcción del personaje.
En el caso del autor, él mismo ha jugado mucho a la petanca, pero la idea le vino sobre todo a partir de un sueño recurrente en el que no podía comunicarse con los demás, lo cual le provocaba mucha angustia. La comunicación ha sido algo siempre muy importante para Nyholm: “Quiero saber qué es lo que ocurre dentro de la cabeza de las personas”.
Quienes padecen autismo, como Rikard, lo tienen especialmente difícil para comunicarse y, tal y como se ve en algunos de los momentos más duros del filme, a menudo son despreciados o incomprendidos. Por este motivo, “la película puede parecer trágica y oscura, pero yo he querido siempre mostrar que hay luz: transmitir la posibilidad de que hay esperanza”, dice el director. Esta idea positiva, junto a una reivindicación del poder de la imaginación, son seguramente los grandes mensajes que se busca transmitir en The Giant. “El gigante ofrece la idea de hacer grande a alguien que no lo es. El más pequeño puede tener un universo completo dentro de sí”.
GONZALO GARCÍA CHASCO