"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Entre El hijo de Kong (1933) y Los últimos días de Pompeya (1935), el tándem formado por Merian C. Cooper (productor ejecutivo) y Ernest B. Schoedsack (realizador) dieron a luz una obra muy alejada de la aventura y la jungla: Long Lost Father (1934), una comedia sofisticada inspirada en una novela de la escritora británica Gladys Bronwyn Stern, ambientada en Londres, en un universo de fiestas, restaurantes de lujo, ríos de champán y trajes de noche caros por el que transitan un puñado de ricos ociosos muy parecidos a la fauna protagonista de Al servicio de las damas (1936), de Gregory LaCava, incluso se divierten practicando similares juegos de caza del tesoro. Centrada en el reencuentro y reconciliación entre un padre camandulero y charlatán y su joven hija cantante y bailarina, Long Lost Father es una obra menor de los autores de King Kong (1933), redimida en buena parte por frecuentes líneas de diálogo irónicas (o frívolas: “¿todavía tienen hijos las mujeres?”) y por el carisma que exhalan Helen Chandler, la Mina del Drácula (1931) de Tod Browning, y, sobre todo, en el rol de papá, un perfecto John Barrymore que venía de interpretar Cena a las ocho (George Cukor, 1933) y ese mismo año protagonizaría La comedia de la vida (Howard Hawks, 1934), dos comedias extraordinarias en las que, como en Long Lost Father (o en la venidera Medianoche, 1939, de Mitchell Leisen), el actor ofrece un recital soberbio de compostura mundana, elegancia casual y pulido cinismo.
JORDI BATLLE CAMINAL