"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El protagonista de Los últimos días de Pompeya (1935), versión muy libre de la novela homónima, es un modesto herrero que, a medida que van sucediendo tragedias en su vida –ve morir a su esposa e hijo recién nacido, está a punto de perder a su hijo adoptivo–, se convierte en gladiador, traficante de esclavos, vendedor de caballos y propietario del coliseo de Pompeya. Su veloz y agitado itinerario personal es similar al de los géneros por los que pasa la película realizada por Schoedsack, producida por Cooper y escrita en parte por Boris Ingster, el olvidado director del extraordinario filme criminal de serie B Stranger on the Third Floor (1940): es tanto un peplum como un melodrama generacional, un relato de aventuras, un drama sobre el cristianismo y en su parte final, con la erupción del Vesubio, una película de catástrofes con imaginativos efectos especiales de Willis O’Brien, el diseñador del rey Kong.
Hay en este filme inclasificable esclavos eruditos, cristianos clandestinos, prefectos romanos ególatras, gladiadores chulescos –como el que encarna el actor fordiano Ward Bond– y un Poncio Pilatos que se lava las manos con la inusual elegancia que le proporciona Basil Rathbone cuatro años antes de convertirse en Sherlock Holmes cinematográfico. Igual de elegante se muestra Schoedsack dejando fuera de campo visual todo lo concerniente a Jesucristo (el milagro, el juicio, la crucifixión), aunque al final haya una redención cristiana tras la catarsis del volcán en purificadora erupción.
QUIM CASAS