Nacido en Palma de Mallorca en 1968, Daniel Monzón es uno de los cineastas españoles con más tirón popular, como lo demuestra el éxito de sus dos últimos largometrajes: Celda 211 y El niño. Aunque proviene del mundo de la crítica cinematográfica, confiesa no sentirse demasiado cómodo juzgando el trabajo de otros cineastas.
¿Cómo lleva la experiencia de ser jurado?
La verdad es que lo de jurado es una nomenclatura que no me gusta mucho porque lleva implícito juzgar el trabajo de otros compañeros y no es una faceta en la que me sienta demasiado cómodo. Pero después de habérmelo propuesto ya anteriormente en dos ocasiones y haberlo rechazado, me sentía moralmente obligado a aceptar la oferta del Festival, y si tengo que ejercer de jurado ¡qué mejor que serlo aquí!. San Sebastián es el festival más importante que tenemos en España y además es un certamen al que tengo mucho cariño.
Su relación con el Festival viene de lejos…
Sí, empecé viniendo como joven cinéfilo, después ya vine como crítico y en 2000 acudí a Made in Spain a presentar El corazón del guerrero, mi primera película. Aquello me produjo una sensación muy rara porque fue como cambiar de trinchera.
Usted, más que como cineasta, siempre se ha definido como cinéfilo ¿eso supone una ventaja a la hora de ser jurado?
Supongo que sí, que ir escaso de prejuicios y tener unos gustos muy eclécticos, como me pasa a mí, siempre favorece a la hora de confrontarte con una película. Yo disfruto lo mismo de un filme de Tarkovsky que de las primeras obras de Peter Jackson. Lo único que, como espectador, le pido a un largometraje, es que mueva algo dentro de mí. Si es una comedia, que me haga reír; si es un drama, que me sobrecoja, pero que me genere algo. No hay sensación peor que salir del cine como has entrado, si una película te deja indiferente, malo.
Más allá de las películas a concurso ¿esa cinefilia le va a llevar a asomarse a otras secciones?
¡Que más quisiera yo! (risas). Cuando recibí la programación del Zinemaldia pensé ¡qué oferta tan suculenta! Pero luego te das cuenta de que tu labor como jurado te absorbe mucho tiempo y además a mí me gusta ejercerla con rigor y profesionalidad. De todas formas, fuera de concurso hay películas de amigos como Álex de la Iglesia que intentaré ir a ver. A veces extraño aquellos tiempos en los que siendo un chaval, sin otro tipo de obligaciones, venía aquí y me veía mis seis o siete películas diarias.
Usted, como director, siempre ha mostrado predilección por el cine de género. ¿Qué le parece el hecho de que el Zinemaldia vaya abriendo su Sección Oficial a este tipo de propuestas?
Yo es que nunca he asumido del todo esa dicotomía “entre cine de autor y de género” que defienden muchos. De hecho, el concepto “autor” fue introducido por los críticos de “Cahiers” en los años50 como un intento de poner en valor la singularidad de ciertos cineastas como Hitchcock, Ford o Hawks, que hacían películas adscritas a géneros que entonces tenían escasa reputación como el western, el noir o el suspense. Con lo cual, yo creo que el cine de género puede ser asumido como cine de autor. Además, si nos ponemos exquisitos, lo que durante años se ha conocido como “cine de autor” también podía ser considerado cine de género, de género intelectual en este caso.
La fuerte presencia que hay este año de películas españolas en las distintas secciones ¿refleja la pujanza de nuestra cinematografía?
Antes que nada, me gustaría hacer una precisión: el “cine español” no es un género en sí mismo. Esto lo digo porque cuando vas a cualquier establecimiento donde venden DVD’s siempre ves las secciones: “acción”, “suspense” y luego hay una llamada “cine español”. Si hay algo que define al cine español es su variedad, y la selección de títulos que hay este año en el Festival creo que recoge muy bien esa pluralidad. Además, nuestro cine está volviendo a encontrarse con su público.
J.I.