"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
A menudo se dice que el cine japonés está sobrerrepresentado en los festivales occidentales, pero lo cierto es que hay una parte significativa de dicha cinematografía (quizá la más interesante) que permanece invisible no solo a los ojos del espectador internacional, sino del propio público japonés. Son las llamadas Jishu Eiga, películas independientes en toda la acepción del término, autofinanciadas y controladas por sus propios autores. A este tipo de propuestas ha querido dedicar el Zinemaldia su retrospectiva contemporánea de este año: “Nuevo cine independiente japonés 2000-2015”, un ciclo que, como viene siendo habitual, se ha complementado con la edición de un libro que fue presentado ayer por Roberto Cueto (miembro del comité de selección del Festival) acompañado por Shuzo Ichiyama, productor y coordinador de dicha retrospectiva.
Aparte de poner en valor el concepto de Jishu Eiga, Ichiyama aprovechó la ocasión para manifestar la importancia de este ciclo, habida cuenta de las dificultades que los realizadores de este tipo de películas tienen para ver estrenados sus trabajos en su propio país: “El hecho de comprobar el interés que existe en el extranjero hacia su trabajo quizá convenza a algunas de las empresas de distribución japonesas a apostar por este tipo de filmes”. Según Ichiyama, el cine independiente japonés se halla en una situación difícil debido a la caída de ingresos en la venta de formatos domésticos, como el DVD, algo que siempre había sido una fuente de financiación importante para determinadas productoras. Pero la importancia del Jishu Eiga no radica únicamente en esto. Tal y como se encargó de señalar Shinya Tsukamoto, director de A Snake of June (2002) –película incluida en el ciclo– “la principal ventaja de trabajar en ese régimen de autofinanciación es que no ha lugar para imposiciones de terceros. Puedes realmente hacer la película que quieres, tocando temas comprometidos y apostando por el enfoque que consideres oportuno”.
Tsukamoto, director de la mítica Tetsuo (1989), película que sirvió de punta de lanza para el nacimiento del fenómeno Jishu Eiga –según se encargó de constatar el cineasta Makoto Shizonaki, también presente en el acto– comentó que aunque no cree que el cine deba tener un alcance político “resulta imposible no reflejar en nuestras películas las tensiones sociales que en este momento está soportando Japón”. Y de entre esas tensiones, una copa de manera reiterada los argumentos de muchas de las películas incluidas en este ciclo: la crisis nuclear de Fukushima. “Aquello fue como abrir la caja de Pandora”, comentó Shizonaki. “Y no solo eso –dijo por su parte Tsukamoto– sino que aquel acontecimiento generó una intranquilidad entre los ciudadanos que condujo a la activación de una conciencia crítica cuyo reflejo se encuentra en muchas películas independientes”.
J.I.