"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Sion Sono hace un cine de aquellos que se marcan sus propios límites. O, mejor, reformulemos la frase: Sion Sono hace un cine que NO se marca sus propios límites. De hecho, no se marca ninguno. En películas como Love exposure, parece como si las propias cuatro horas de metraje (que se dice pronto), las mutaciones de un género a otro, el abanico de tonalidades y las ocurrencias mil que fluyen dentro de ella estuvieran generando su propio cauce en el mismo momento en el que ocurren, como si no hubiera un trazado previo.
Porque, ¿qué es exactamente Love Exposure? ¿Una historia de amour fou, pero fou de verdad? ¿El relato de una relación paterno filial enferma? ¿Una mofa envenenada del catolicismo que hubiera subido una sonrisa a la cara de Buñuel (o a los Monty Python)? ¿Una parodia de los aquejados del complejo de Edipo y los obsesionados por el eterno femenino? ¿Un melodrama en clave de farsa (las escenas trágicas parecen una caricatura de tantas y tantas tv movies sentimentales)? ¿Un estudio chiflado sobre el vicio, la virtud? ¿Un misterioso folletín sobre sectas inopinadas? ¿Un delirio cinematográfico sin riendas en el que caben tanto escenas de artes marciales y chistes verdes (a veces, en la misma secuencia)?
Love Exposure es un relato en el que todo es posible. La película traiciona sistemáticamente todas nuestras expectativas como espectadores dando volantazos estilísticos, entrando en no pocas habitaciones oscuras morales y salpicando secuencias con brotes estético-psicóticos inesperados (varios momentos se dirían de musical).
La historia del joven Yu (con toda su confusión teenager, sus traumas familiares y sus fantasmas erótico-sentimentales) hizo girar la vista hacia el cine de Sion Sono en 2008 (aunque ya llevaba veinte años en activo) porque aquel director y aquel filme eran extraordinarios en el sentido más literal de la palabra: se salían de un orden.
En televisión, se definen como widgets (WJT: weird japanese thing) todos aquellos shows extraños que nos llegan desde el sol naciente: ahí entra desde el programa aquel de entrevistas al que va el personaje de Bill Murray en Lost in Translation, de Sofia Copppola, hasta un concurso (real) sobre upskirts, es decir sobre chicas a las que había que levantar la falda (muy Love Exposure, claro). Diría que esta obra de Sion Sono es un widget canónico si no fuera por las connotaciones peyorativas de la palabra (desprecio a lo desconocido). Aunque, seguramente, Sion Sono estaría encantado con la definición.
Joan Pons