"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Steve McQueen la soñó así: Le Mans (Lee H. Katzin, 1971) sería la película definitiva sobre las carreras automovilísticas. No podía ser de otra manera. Él amaba coches y motos por encima de la mayoría de cosas que otros hombres suelen amar en demasía. Conocemos casi de memoria (ayudados por un libro soberbio, “McQueen´s Machines: The Cars and Bikes of a Hollywood Icon”, de Matt Stone) la lista de sus tesoros. Desde el Ford Mustang GT Fastback de Bullitt hasta aquel Jaguar XK SS ‘Green Rat’. Desde todas las Triumph hasta esa Honda a la que llamaría ‘Elsinore’, pero no precisamente por el lugar donde Hamlet pudo reinar sino por una ciudad californiana del condado de Riverside en cuyo circuito ganaría una carrera. Ganar, sí.
Tampoco lo hizo mal, nada mal en las Doce Horas de Sebring, Florida. Carrera de resistencia, naturalmente. Fue en 1970. Ganó Ferrari con Giuntti, Vacarella y Andretti. El equipo de Steve quedó segundo. Corría con un Porsche, naturalmente. 908. Peter Revson era el otro piloto de la escudería. Solar Productions se llamaba. Como su productora de cine. McQueen corrió más rápido y mejor que otros Ferrari, otros Porsche, varios Alfa Romeo, algún Chevrolet y un par de Simca Matra. Y lo hizo con una pierna escayolada.
Se ganó el respeto de los hombres y mujeres de las carreras. Y su sueño creció, creció y creció: rodaría una película de carreras automovilísticas. Y sería la definitiva.
El documental que inaugura, todo honor, toda gloria, todo riesgo, toda pasión, la sección Savage Cinema, ese Steve Mc- Queen: The Man & Le Mans (¡qué título magnífico!), cuenta todo eso y más. Es crónica rotunda de unos tiempos (Charles Manson sonríe a cámara tras el asesinato de Sharon Tate…), de unas máquinas, de una forma de hacer cine. Retrato de seres humanos furiosamente imperfectos. Nostálgico a ratos, rezuma esa melancolía áspera y orgullosa propia de los jinetes pálidos, de Shane, de los hombres del Oeste de Leone, de Harry el Sucio y de otros tantos. Recupera audios, imágenes y hasta el mismo mono de carreras de McQueen que todos daban por perdido. Está dirigida por John McKenna y Gabriel Clarke. Los dos conocen el mundo extremo del deporte. Gabriel ha filmado a Brian Cough, leyenda absoluta del fútbol inglés, y a Amir Khan, boxeador olímpico de peso superligero y welter. McKenna es autor de The Fight of Their Lives, puro béisbol, pura vida.
Cuentan que las últimas palabras de McQueen fueron ‘Lo hice’. En castellano. En México. Lo hiciste, Steve, sí.
Begoña del Teso