El Estado de Letonia no está ayudando a la transición entre el socialismo y la democracia y muchos jóvenes son castigados duramente por crímenes no demasiado graves”, opina Juris Kursietis, director de Modris. Su película cuenta la historia de un joven de 17 años que es denunciado por su madre por haber empeñado la estufa eléctrica de casa para poder jugar en las máquinas tragaperras. La tensa relación entre ambos y sus desventuras con la justicia letona son la base de este drama basado en hechos reales.
Por esta razón, Kursietis ha optado por un método de filmación muy realista en el que la cámara acompaña constantemente al personaje principal. “He buscado que el público sienta su aliento y por eso la cámara sigue tan de cerca al protagonista”. Este está interpretado por Kristers Pikša, un actor no profesional que en su vida diaria trabaja haciendo pizzas en una panadería. “Es un joven muy maduro para su edad y creo que ha realizado un gran trabajo”.
El personaje de la madre está interpretado por Rezija Kalnina, una actriz con mucha experiencia en Letonia. “La conexión entre ambos surgió de forma muy natural”. Para sus escenas en común el director les enseñó el guion unas horas antes y les animó a que improvisaran. “Con sus aportaciones ambos incorporaron matices muy importantes para la historia”, afirma el realizador.
Kursietis asegura que no ha querido hacer un filme sobre las dificultades que tienen los jóvenes de Letonia en particular. Él ya ha vivido en tres países diferentes y piensa que los jóvenes lo tienen muy difícil en todos los sitios. “La evolución de la sociedad moderna está provocando muchos conflictos y roturas, no solo entre padres e hijos sino también entre los Estados y los ciudadanos”.
Aunque en la retrospectiva Eastern Promises de este año podemos llegar a ver hasta cuatro largometrajes letones, no es habitual que en el Festival participen producciones de ese país. Para Kursietis hay una razón principal: “El cine de Letonia está extinto. Apenas se realizan dos o tres trabajos al año”. El director achaca esta situación a la falta de financiación y a la inexperiencia. “Es como un círculo vicioso. Si no se hacen cosas, la gente nunca aprenderá a realizar cine”.
Tampoco existen escuelas y por eso tuvo que trasladarse hasta el Reino Unido para estudiar cine en la Northern Media School de Sheffield. Como él, muchos otros jóvenes están haciendo lo mismo. Kursietis piensa que cuando esta nueva generación de cineastas salga de la escuela es posible que surjan nuevos proyectos pero “de momento habrá que esperar”. I.B.