"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
De secundario de lujo a protagonista incontestable
Entre las cualidades del actor puertorriqueño Benicio del Toro (San Germán, 1967), uno de los Premios Donostia de esta edición del Festival, hay dos mucho más difíciles de encontrar en un actor de lo presumible. Una es su don, tratándose de un intérprete con una presencia rotunda y una colección muy potente de personajes en su currículo, de no
dejar nunca que la persona engulla al individuo al que da vida: sin necesidad de disfrazarse, en pantalla es siempre quien tiene que ser, quien decide el director, nunca Del Toro simulando ser otro. Otra cualidad a subrayar es su negativa a cerrarse a un tipo de cine concreto.
Sus inicios, muchas veces como secundario roba escenas, en películas como Extraño vínculo de sangre (1991), Sin miedo a la vida (1993), Basquiat (1996) o Sospechosos habituales (1995), uno de los filmes que le pusieron en el punto de mira, indicaban que estaba destinado a convertirse en secundario de culto del cine independiente norteamericano, que por aquel entonces, a principios de los noventa, vivía una especie de nueva edad de oro. Fue así en parte, pero no del todo. El intérprete de Escobar: Paraíso perdido, la película de Andrea Di Stefano que clausura la sección Perlas de esta edición del Festival, no se ha permitido nunca el lujo de acomodarse en una parcela concreta y limitada. Su presencia ha sido y sigue siendo clave en las películas más libres (al menos en intenciones) y dirigidas por cineastas con la voz clara y pocas ganas de venderse a códigos y convenciones comerciales. Del Toro, cuyas reflexiones sobre el cine y los filmes que interpreta siempre son interesantes y demuestran una amplia visión del medio, ha trabajado a las órdenes de cineastas tan suyos e independientes como Abel Ferrara, que le dirigió en El funeral (1996), y Terry Gilliam, quien le regaló al disparado Dr. Gonzo de Miedo y asco en Las Vegas (1998), uno de los personajes con los que mejor ha demostrado su magnífica vis cómica (el otro sería Franky Cuatro Dedos en Snatch. Cerdos y diamantes). En cuestión de tres años, también se puso en manos de Steven Soderbergh y Alejandro González Iñárritu, a los que debe dos de los personajes más importantes de su filmografía. El primero pensó en él para encarnar al policía mexicano, rodeado de corrupción, de Traffic (2000), personaje por el que recibió el Oscar al actor de reparto. El segundo le convirtió en un hombre derruido en 21 gramos (2003), filme que le valió una segunda nominación y donde ofrece una de sus mejores interpretaciones. Pero, por su comentada huida del encasillamiento y su amplia visión del cine, nunca se ha cerrado a las propuestas de gesto más comercial (eso sí, siempre bien elegidas).
Del Toro, que también ha probado como director en dos cortos, uno de ellos integrado en la película 7 días en La Habana (2012), y ha sido productor de algunos de sus filmes como actor (entre ellos el díptico de 2008 Che, el argentino y Che: Guerrilla, por el que fue considerado el mejor actor en el festival de Cannes), está abierto también a un cine más accesible y comercial. El mismo hombre que ha dado matices a los personajes comentados hasta aquí y a quien veremos en la esperada Inherent Vice de Paul Thomas Anderson, adaptación del libro de Thomas Pynchon Vicio propio, ha sido, por poner varios ejemplos, Jackie Boy en Sin City (2005), un licántropo en El hombre lobo (2010), un psicópata imponente en Salvajes (2012) y, en una aparición breve pero curiosísima, El Coleccionista de la space opera Guardianes de la Galaxia (2014). Variada y llena de personajes inolvidables, la filmografía de Benicio Del Toro, que acaba de rodar A Perfect Day a las órdenes del español Fernando León de Aranoa, cruza casi tres décadas y reúne un buen número de películas espléndidas. Casi tres décadas de demostraciones de talento por las que hoy recibe el Premio Donostia.