"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Lo único que de verdad me interesa es bailar”, afirma Judy (Maureen O’Hara) en una de las primeras escenas de Dance, Girl, Dance (1940), la penúltima película que dirigió DorothyArzner. Como las protagonistas de Hacia las alturas (1933) y La reina del boulevard (1934), Judy es una mujer decidida y temperamental, con superávit de determinación y coraje; bailar es para ella, más que un sueño, la afirmación de su personalidad. Inspirada en un argumento de Vicki Baum, Dance, Girl, Dance es un cóctel de comedia, musical y melodrama muy típico del Hollywood de la época, con un pie en La calle 42 (1933), de Lloyd Bacon, y otro en Damas del teatro (1937), de Gregory La Cava. Las cuitas sentimentales de Judy con sus dos pretendientes (Louis Hayward y Ralph Bellamy, dos actores de baja temperatura) tienen un interés más bien relativo. Y la penúltima escena en los tribunales, donde como mandan los cánones comparecen todos, absolutamente todos los personajes del enredo, posee un tono de farsa alocada poco convincente. El verdadero atractivo de la película de Arzner radica en el carácter de Judy y su contraste con su compañera Bubbles (Lucille Ball). Ambas comparten habitación con otra aspirante a bailarina, son amigas y a la vez rivales. Bubbles es más frívola, más picante, y llega antes a todas partes, tanto en lo sentimental como en lo profesional, pero tiene su corazoncito: cuando sus compañeras no pueden pagar el alquiler a la casera, ella, discretamente, sin que se enteren, pone el dinero.
Dos retratos femeninos perfilados con tacto por Arzner y eficazmente cincelados porsus dos actrices principales. Maureen O’Hara, que acababa de debutar en Hollywood y había causado furor en Esmeralda, la zíngara (1939), de William Dieterle, impone ya su flamígera sangre irlandesa, esa que, a no tardar, brillará en toda su intensidad de la manode John Ford; de hecho, a esa tempestividad interior se alude un par de veces en Dance, Girl, Dance. Valga esta proyección hoy en San Sebastián como homenaje a la nonagenaria O’Hara, que el próximo noviembre recibirá el Oscar honorífico de la Academia.
Luciell Ball, por su parte, reformula su memorable Judith Canfield de Damas del teatro, restándole una pizca de cinismo y añadiéndole otra de arribismo altamente meditado: “Usaré mi cerebro para llegar a mi meta”, dice Bubbles, a modo de declaración de principios, poco después de que su compañera Judy espete lafrase con que abríamos este artículo.
JORDI BATTLE CAMINAL