Director artístico del Festival de Karlovy Vary y miembro de Fipresci, ésta es la tercera vez que Karel Och acude a Donostia, un Festival que le apasiona. Este año lo hace en calidad de jurado de la sección Nuev@s Director@s.
¿Con qué expectativas afronta su labor como jurado de Nuev@s director@s?
Estoy francamente emocionado de formar parte de este jurado que tiene como misión fundamental encontrar nuevos talentos. Algunas de las películas que forman parte de la sección ya las he visto, pero me apetece mucho revisarlas en otro contexto, con un punto de vista renovado. Es una experiencia interesante.
¿Hay algún rasgo que, según usted, defina a los nuevos cineastas frente a los de las generaciones anteriores?
Creo que las nuevas generaciones de cineastas están muy condicionadas por el contexto sociopolítico. Muchos directores jóvenes pretenden articular narraciones que reflejen la situación actual, hay mucha valentía y radicalidad enalgunas de estas propuestas.
Algunos analistas se quejan de que, actualmente, los formatos parecen ganar la partida
a las ideas ¿comparte esta percepción?
No, yo diría que, más bien, sucede lo contrario. Si bien es verdad que aún hay algunos cineastas jóvenes que se sienten demasiado importantes con el simple manejo de la cámara, la mayoría de ellos adopta una disposición humilde a la hora de realizar obras con una fuerte vocación comunicativa. Las ideas, el discurso, siguen siendo importantes.
Siempre se habla de cinematografías emergentes ¿en qué territorios destacaría usted que se están llevando ahora mismo las propuestas más interesantes?
Bueno, en Karlovy Vary prestamos mucha atención al mercado de Europa central y del Este y ahí hay algunas cinematografías que ahora mismo destacan. Pienso, por ejemplo, en la nueva hornada de cineastas polacos que está alumbrando películas muy interesantes coincidiendo con el papel revitalizador que, para la industria, ha adoptado el Instituto Nacional de Cine en aquel país. Asimismo está el caso de los cineastas balcánicos y, singularmente, de los serbios. En Brasil y el sudeste asiático también están emergiendo generaciones de directores con muchas cosas que decir, aunque en ambos territorios esto no es algo nuevo, sino que viene de largo. Pero si hay un caso que destacaría es el del cine griego. Hace apenas una década encontrar una película griega de calidad contrastada era una tarea difícil y hoy no hay festival que se precie que o programe alguna obra de este país. Parece que, a pesar de la crisis, o quizá ebido a ella, los cineastas helenos han encontrado nuevas vías para expresar sus inquietudes.
¿Las dificultades económicas estimulan la creatividad?
No siempre, el caso griego es muy particular, porque frente a la crisis los jóvenes cineas- tas han adoptado una actitud de cooperación, reuniéndose y apoyándose entre ellos y retroalimentándose en lo que a creatividad se refiere. Es un escenario mágico, pero a la vez frágil.
Usted que conoce bien el mundo de los festivales desde dentro ¿qué papel le atribuye a San Sebastián?
Es un certamen único en el sentido de que es muy equilibrado. Este festival acoge producciones importantes y también laspropuestas más innovadoras y arriesgadas, todo ello sin descuidar otros aspectos como el glamour o el mercado. Diría que San Sebastián es un festival que mezcla estupendamente corazón y cerebro.
Usted coordina la sección Works in Progress dentro de Karlovy Vary ¿qué papel desempeñan según usted los festivales de cara a lanzar proyectos en fase de post producción?
Es una de las misiones que dan sentido a un festival de cine. Pienso, por ejemplo en el caso de Gloria que el año pasado ganó aquí “Cine en Construcción” y que, tras su paso por Berlín, se ha consolidado como una de las películas más interesantes del año. En Karlovy Vary tenemos un promedio de dos o tres películas anuales ue, habiendo pasado por la sección “Work in progress”, después son adquiridas por otros festivales como Berlín o Sundance. Ahora mismo acaban de pasar en Toronto Blind Dates, película georgiana que este año ganó el premio Project en nuestro festival.
JAIME IGLESIAS