"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Europa, 2024. Nada es como antes. Así lo mandan los cánones del relato cinematográfico sobre un futuro imperfecto. En este caso, en el de la hipnótica Metropia (2009), coproducción sueco-danesa-noruega que es por el momento la única realización del cineasta sueco de origen egipcio Tarik Saleh, no ha habido un desastre atómico ni un virus que se ha llevado por delante media humanidad.
Lo que ocurre es que se ha agotado la reserva mundial de petróleo, por lo que los automóviles ya no funcionan y el desplazamiento ha sido sustituido por una red de trenes subterráneos, conocida como The Metro, que une la mayoría de las devastadas y empobrecidas capitales de la vieja y la nueva Europa, aunque el esplendor vienés, el oropel londinense, la modernidad parisina, la decadente grandeza romana o la firmeza nórdica sean, ahora, reliquia de olvidados tiempos.
Lo que plantea Metropia no es novedoso en cuanto al contexto y descripción de una sociedadque ha perdido por completo todos sus valores. La peripecia claustrofóbica, pero no kafkiana en el sentido literal de la palabra, de su principal personaje, un funcionario que trabaja como operador telefónico durante el día para, en la noche, desfallecerun poco más en un piso de reducidas dimensiones en una suburbio de Estocolmo donde parece que no se vea nunca la luz del sol, remite a muchas historias tanto literarias como cinematográficas.
Si destaca poderosamente el filme de Saleh es por su propuesta de animación en consonancia con el futuro gris que retrata: forma y fondo en perfecta complementación. El estilo de Metropia se basa en fotografías manipuladas y animadas después por ordenador, y la textura y tonalidad cromática logradas con este proceso casan a la perfección con el mundo de ficción evocado. De hecho, podemos hablar de fotomontaje animado, con una movilidad de personajes muy particular (una humanidad casi abstracta, un realismo inverosímil: la invención en lo contrapuesto) y un trabajo meticuloso sobre los fondos. Los colores metálicos, grises y fríos recuerdan un poco a la serie de cómic “La casta de los metabarones”, de Juan Giménezy Alejandro Jodorowsky, y el realismo en la mirada de los personajes, por ejemplo, caracterizados por unos ojos que parecen auténticos, choca con la concepción del cuerpo pálido y escuálido del protagonista (con la voz de Vincent Gallo), la inquietud erótica con la misteriosa mujer a a que debe conocer porque así se lo dicta la voz que oye en su cabeza (voz de Juliette Lewis) y la animación brutal de un futuro nada conciliador.
QUIM CASAS