"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un majestuoso espectáculo visual que se contagia de la belleza del universo, una película que justifica el uso de la tercera dimensión en el cine, la experiencia cinematográfica del año, un eficaz argumento contra la piratería, un logro técnico que marcará un hito. Son solo parte de las reacciones que suscitó en San Sebastián la última película de Alfonso Cuarón. Pero, quizá, lo que mejor prueba su fascinación no sea una declaración llamativa, sino un silencio elocuente: en la conferencia de prensa a Sandra Bullock se le dedicó una pregunta aislada, y no hubo una sola mención a George Clooney.
Críticos y periodistas, que no se esforzaron en disimular su entusiasmo, quisieron explorar el cómo y el porqué de la película. Uno de los puntos de partida es que “personaje y contexto tuvieran el mismo peso”. A partir de ahí, el equipo estudió los “documentales espaciales”, que filman “todo en un solo plano, casi lo opuesto al punto de vista subjetivo de Y tu mamá también”, indicó el realizador mexicano, mientras que en Gravity el plano secuencia persigue que “el espectador se sumerja en la realidad”.
A partir del desastre que deja a los dos intérpretes, un astronauta (Clooney) y una ingeniera en su primera experiencia cósmica (Bullock), sin nave, comunicación o compañeros, la cámara se dedica a seguir “objetivamente” a los personajes, para que el espectador sienta que “está ahí, flotando”, como si fuera un tercer astronauta, para acabar introducido dentro de los cascos de los protagonistas, “como si se subiera 90 minutos a una montaña rusa, agarrado a un ritmo adrenalínico”. No obstante, matizó Jonás Cuarón, coguionista de la película, la adrenalina está “al servicio de la implicación emocional del público” igual que “la simplificación narrativa”, el minimalismo en el diálogo, camina en busca de “una experiencia catártica”.
Porque todo el virtuosismo, todo el aparataje técnico, está puesto al servicio de una historia íntima y cotidiana. “Una mujer que está a la deriva, alejada cada vez más de las comunicaciones humanas”, señaló Cuarón hijo. En una prueba de la pertinencia de la metáfora del astronauta, es una persona que “vive en su propia burbuja”.
La coreografía de la vida
El viaje del personaje también es una metáfora del periplo de la producción. “Hace cuatro años y medio, por un error de cálculo, cuando escribimos el guion, pensamos que sería una película relativamente sencilla, que sería suficiente con algo de efectos especiales -aseguró el director de Children of Men entre las risas de los presentes-, pero empezamos a hacer pruebas, vimos que no existía la tecnología y se complicó”. Para resolverlo, buscaron “la asesoría de expertos, de gente inteligente”, es decir, “no de cineastas”, bromeó.
Un periodista cuestionó la idoneidad de la elección de Sandra Bullock, por su vertiente comercial, y Cuarón no desaprovechó la oportunidad para elogiarla. “¡Si hubierais visto las condiciones en las que trabajó!… Tiene una disciplina, precisión y capacidad de abstracción que impresiona. Trabajaba en una caja de luces, rodeada de robots de los que se utilizan para arreglar coches, y en veinte metros no había otro ser humano”, describió. La actriz que ganó un Oscar por su papel en The Blind Side trabajó
con titiriteros para aprender a moverse en un territorio sin gravedad, casi tan peliguado como transitar por la vida: “Era como una bailarina que debía hacer una coreografía complicadísima”.
R.P.