Oliver Stone (Nueva York, 1946) recibe hoy el primero de los dos Premios Donostia Especial 60 Aniversario. El Festival le condecora como uno de los realizadores “más emblemáticos” del cine moderno americano por su “tratamiento de candentes temas sociales y políticos” y “su poderoso estilo visual”. Lo que sigue es un repaso más temático que cronológico a una carrera de casi cuarenta años que ha sabido transitar –disculpen el juego de palabras– por terrenos pedregosos.
El exsoldado desconocido. Son legión quienes creen que su primer largometraje es La mano (The Hand, 1986), pura serie B acariciada por los cinco dedos asesinos de Michael Caine. Pero antes, tras servir en Vietnam, había debutado con otro filme de terror, tan ignoto que no suele figurar en su currículo. Su nombre es Seizure (1974), una rareza psicotrópica sobre un escritor asediado por tres de sus personajes: una mujer, un enano y un gigante. Después, el aún desconocido exsoldado firmó para otros los guiones de obras de culto como El expreso de medianoche (Midnight Express, 1978), que le procuró el primero de sus tres Oscar, El precio del poder (Scarface, 1983) o Manhattan Sur ( Year of the Dragon, 1985).
El horror, el horror. En Salvador (1986), su primer título relevante y comprometido, un disoluto reportero (James Woods) se adentra en el conflicto salvadoreño y el cineasta aprovecha para denunciar la colaboración de EEUU con los Escuadrones de la muerte. Platoon (1986) fue el gran éxito de sus inicios, Oscar al Mejor Director y génesis de su trilogía vietnamita. En tono autobiográfico y profundamente antibélico, adopta el punto de vista de unos soldados que viven en sus carnes el horror de la guerra. Ganó su última estatuilla con Nacido el 4 de julio (Born on the Fourth of July, 1989), que utiliza la historia real del veterano lisiado Ron Kovic (Tom Cruise) para abordar las consecuencias de la
contienda en la sociedad americana, mientras que El cielo y la tierra ( Heaven and Earth, 1993) retrata el sufrimiento de la población vietnamita.
Aló, presidentes. JFK: caso abierto (JFK, 1991) es quizá el único trabajo de Stone que despierta una adhesión unánime. Indiscutible obra maestra, incluso para los detractores del director, relata la investigación del fiscal Jim Garrison (insuperable Kevin Costner), que intentó sacar a la luz la conspiración de las altas esferas para asesinar a Kennedy. Su impecable y vertiginosa puesta en escena la sitúan muy por encima de sus otras películas
presidenciales: Nixon (1995) y W (2008), caricatura de Bush hijo. No fue estrictamente presidente, pero sí rey de Macedonia, el personaje histórico al que dedicó Alejandro Magno ( Alexander, 2004), y en sus documentales se ha acercado, no sin polémica, a líderes latinoamericanos como Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales.
Violencia, finanzas y rock and roll. Antes de rodar el desconocido thriller radiofónico Hablando con la muerte (Talk Radio,1988), diseccionó con brillantez el ominoso mundo de Wall Street (1987) para recuperarlo años después en una secuela menor, Wall Street 2: El dinero nunca duerme ( Wall Street: Money Never Sleeps, 2010), también protagonizada
por el implacable Gordon Gekko (Michael Douglas). Revivió el atentado contra el World Trade Center (2006), jugó al fútbol americano en Un domingo cualquiera (Any Given
Sunday, 1999) y resucitó al malogrado Jim Morrison (clónico Val Kilmer) en The Doors (1991), tachada de sensacionalista por los supervivientes de la mítica banda de rock. Más controvertida fue Asesinos natos (Natural Born Killers, 1994), pues su extrema violencia, y una apuesta visual desenfrenada y artísticamente osada, difuminaron su condición de divertida sátira contra el amarillismo mediático. Hoy urge reivindicar aquella fronteriza y
lisérgica muestra de cine negro polvoriento, U-Turn, giro al infierno ( U-Turn, 1997), emparentada con la película que Stone trae al Zinemaldia: Salvajes (Savages, 2012), una sangrienta historia de narcotráfico con Benicio del Toro y John Travolta.
J.G.