Los premios honoríficos destinados a actores jóvenes suelen ser vistos con reservas, suelen ser entendidos como una decisión precipitada. Lo habitual es considerar que los destinatarios de estos galardones deben tener ya una edad y un currículo que atraviese el mayor número de decenios posible. Pues bien, Ewan McGregor, uno de los Premios Donostia de este año, es un actor perfecto para tumbar esa tesis. Nacido en Escocia en 1971, es obviamente un hombre joven. Pero hay varias razones que prueban que, aunque le quede mucho cine por delante, un reconocimiento a su trayectoria no le viene, ni mucho menos, grande. Al menos por dos razones. La primera, su precoz veteranía: la carrera interpretativa de McGregor, repartida entre cine, televisión y teatro, cubre casi veinte años. La segunda, una filmografía extensísima que, tanto por su variedad como por los nombres que aglutina, permite hacer balance del cine de las últimas dos décadas.
McGregor, que también visita el Festival como parte del equipo de The impossible, el segundo largo del barcelonés Juan Antonio Bayona, un contundente melodrama familiar, ambientado durante el tsunami tailandés de 2004 y donde comparte protagonismo con Naomi Watts, es uno de los actores más versátiles de su generación. Desde su extraordinaria interpretación en Trainspotting (1996), la película que le puso en el punto de mira y uno de sus trabajos a las órdenes de Danny Boyle, el actor ha enfocado con una vista admirable su carrera, embarcándose en proyectos de interés, separando el grano de la paja y seduciendo a algunos de los directores más interesantes: pocos actores de su generación pueden presumir de haber trabajado con Danny Boyle, Peter Greenaway, Todd Haynes, Ridley Scott, Michael Bay, Woody Allen, George Lucas, Tim Burton, Roman Polanski y Bryan Singer (con éste acaba de rodar Jack the Giant Killer).
McGregor ha hecho gala, a su vez, de un espíritu de riesgo admirable y controlado (no se desmelena a lo loco, pero afronta retos sin temor). En relación a esto, no ha dudado en ponerse en manos de cineastas nuevos; y, curioso, éstos le han regalado algunos de sus mejores papeles, entre ellos los de Beginners (Principiantes, 2010 y The imposible, 2012).
También se ha atrevido con géneros y roles completamente distintos, sacándole todo el potencial a un físico mucho más camaleónico de lo esperado (pese a ser guapo a rabiar, nunca ha sido un sex symbol sin sustancia) e interpretando con idéntica credibilidad a Renton, el protagonista de Trainspotting, uno de sus personajes-emblema y la viva imagen del salto al vacío, a Obi-Wan Kenobi (en los tres primeros episodios de Star Wars, la famosa trilogía de George Lucas) y a un émulo perfecto de Iggy Pop en Velvet Goldmine (1998), magnífica evocación del glam rock a cargo de Haynes.
En esta última, el intérprete mostraba a su vez una sensibilidad musical que ha explotado en varias ocasiones: McGregor ha cantado y/o bailado en la película de Haynes, en Tocando el viento (1996) y en Una historia diferente (1997), donde también ponía a prueba una extraordinaria vena cómica que ha demostrado en numerosas ocasiones: su trabajo en Abajo el amor (2003) o La isla (2005) prueba que es un magnífico actor de comedia. Pero donde más ha brillado como cantante hasta la fecha ha sido, sin duda, en Moulin Rouge (2001), musical por el que ya visitó San Sebastián y en el que interpretó varios
temas: su entusiasta versión de Your song, la canción de Elton John, es sin duda todo un must pop.
McGregor, entre cuyas aficiones más conocidas y vistosas se encuentra el motociclismo (la miniserie Long Way Down documenta su vuelta al mundo en moto), tiene a sus espaldas un puñado de interpretaciones extraordinarias, mantiene intacta su curiosidad y su osadía, y cuenta con una filmografía que sirve como síntesis de una parte importante del cine de los dos últimos decenios. Motivos más que suficientes para premiarle pese a su juventud.
D.F.