Jonathan Rosenbaum es un reputado crítico y profesor americano. Tras su paso por Francia y Reino Unido en los años 70, se convirtió en uno de los mayores embajadores y defensores del cine europeo en Estados Unidos. En la actualidad, podemos leer sus comentarios en “Cahiers du Cinéma. España”. Recuerda que las dos únicas veces que visitó el certamen fue a principios de los 70, cuando se dedicó la retrospectiva a Howard Hawks, y a finales de los 80, con Jacques Tourneur como objeto de una de las secciones. Ahora ha vuelto en calidad de presidente del Jurado de Nuevos Directores. “La ciudad es preciosa y muy hospitalaria. En cuanto al programa, es demasiado pronto para decirlo, pero creo que ha mejorado, es más sofisticado”.
Desde su punto de vista, ¿cuál es el peso de la crítica en la actualidad?
Creo que la crítica, ahora mismo, es más importante que antes. El público medio tiene más opciones de elección hoy en día. La función de la crítica debería ser la de aportar información sobre la película, dejando de lado la publicidad.
Como en otros muchos campos, internet ha supuesto una plataforma para que la gente pueda escribir crítica, comentarios y analizar filmes en blogs. Dentro de este mar de opciones, ¿cómo podemos diferenciar la crítica más reflexiva frente al comentario, la opinión de alguien con menos base?
Estoy en desacuerdo con la gente de mi generación que dice que es el final de la crítica y del cine. No es verdad. Creo que es más fuerte que antes, pero ha cambiado la manera de hacerse. Recuerdo en los 60 cuando veía una película que te fascinaba pero no conseguías encontrar a nadie que la hubiese visto para poder hablar de ella. Ahora hay una conexión inmediata, a pesar de que no es necesariamente geográfica.
¿Diría que para hacer crítica hay que tener un buen conocimiento
de la historia del cine?
Es muy importante. De hecho, me alegra conocer a muchos cinéfilos que son bastante jóvenes y saben más de lo que yo sabía sobre cine a su edad. Hay gente que dice que no importa, yo creo que sí importa. Sólo puedes entender el presente en relación al pasado.
En una crítica reciente suya expresaba su disconformidad en la manera en que The Artist imitaba la estética del cine mudo sin una necesidad formal. ¿Hasta qué punto pueden inspirarse los cineastas en el pasado sin llegar a imitarlo?
El problema es que no son capaces de imitar de manera precisa. Algo que siempre me ha impresionado es que el trompetista de jazz Dizzy Gillespie dijo que creó su estilo a base de intentar imitar a Roy Eldridge y fracasando. Lo mismo le pasó a Godard. No fue capaz de realizar cine narrativo americano comercial. Lo intentó, y su fracaso se convirtió en el cine de Godard que conocemos hoy en día. Una razón por la que no estoy interesado
en el tipo de imitación de Quentin Tarantino es porque lo que imita no lo encuentro tan interesante de imitar. Lo que tiene que ser imitado es una impresión subjetiva. En cualquier caso, conocer el pasado incrementa el vocabulario de expresión.
¿Existe una relación de amor-odio entre el cineasta y el crítico?
A veces (ríe). El hecho es que hay una diferencia entre el crítico (critic) y el escritor de reseñas (reviewer). Estos últimos aconsejan sobre qué consumir en la cartelera, no lo encuentro muy interemere sante. Cada película, por sí sola, crea un tipo de discusión. Los buenos críticos son los que facilitan esa discusión. En ese sentido no creo que debería existir esa relación amor-odio, a menos que los cineastas estén preocupados por si el crítico diga que es buena o mala. Pero eso es más una reseña que una crítica. Mi esperanza es que la persona que me lee llegue a sus propias conclusiones, no tienen por qué estar de acuerdo conmigo. Debería de servir de herramienta para que ellos sepan qué es lo que quieren ver. Odiaría ser un dictador diciendo lo que cada uno tiene que ver.
ANE RODRÍGUEZ