"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En la trayectoria de Werner Herzog se han alternado siempre las ficciones y los documentales. Es más, algunas de sus ficciones parecen documentales de sus propios rodajes, caso de Corazón de cristal (1976) –con los actores hipnotizados–, Fitzcarraldo (1982) y en menor medida Aguirre, la cólera de Dios (1972), relatos de ficción en los que se filma el esfuerzo humano in situ; documentar, al fin y al cabo, una ficción, o darle la razón a Jean-Luc Godard cuando decía que toda película es un documento sobre sus actores (las de Herzog con Klaus Kinski pueden verse así).
Fata Morgana (1970), en sus inicios, ya marcó la línea documental a seguir –la vía de la abstracción– por el más inquieto de los cineastas alemanes en activo. Llegarían después propuestas como El gran éxtasis del escultor Steiner (1973),La soufrière (1977) o El sermón de Hui (1980). Sin ser un documentalista, como Robert Flaherty, Joris Ivens o Frederick Wiseman, Herzog se ha erigido en una de las grandes voces del documental. En los últimos años ha radicalizado aún más su postura en este sentido con The White Diamond (2004), Grizzly Man (2005), el seleccionado en la retrospectiva .doc, The Wild Blue Yonder (2005) y Encuentros en el fin del mundo (2007).
En Lecciones de oscuridad (1992), Herzog realizó una estilizada y a la vez aterradora visión del planeta devastado, donde sólo pueden vivir las bacterias y los escorpiones, a partir de la filmación de los pozos de petróleo en llamas de Kuwait una vez finalizada la guerra con Irak. Esta capacidad para construir historias a partir de un material documental concreto está en la base de la hipnótica The Wild Blue Yonder, que es una película de cienciaficción con más de la mitad de su metraje elaborado con imágenes ajenas de las que Herzog se apropia.
Una historia narra en clave casi cómica la desesperación de un alienígena (Brad Dourif) que ha llegado a la Tierra procedente de un planeta que agoniza. La otra se centra en la exploración que llevan a cabo unos astronautas del mundo líquido que los extraterrestres han dejado atrás. La peculiaridad es que esta “exploración” está construida con imágenes extraídas de una misión de la NASA y otras capturadas en las profundidades de la Antártida por el músico y cámara submarinista Henry Kaiser: los movimientos de las medusas mezcladas con la luz de cobalto que se filtra por la gruesa capa de hielo diseñan un mundo nuevo de pletórica ciencia-ficción.La película es el réquiem por un planeta agonizante, pero también una maravillosa propuesta más allá de la ficción, más allá del documental, lejos pero a la vez tan cerca de la verdad.
Quim CASAS