"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El Festival de San Sebastián tenía una deuda con Ian McKellen desde que en 1985 se proyectara aquí la película Zina, en la que el actor británico encarnaba al psicoanalista de la hija de Trotsky. Aunque entonces McKellen era prácticamente un desconocido en el cine, su personalidad junto a la calidad de la película conmovieron al Jurado Oficial de aquel año que concedió a esta película su premio especial. Años después, Ian McKellen regresó a las pantallas del Festival con su soberbia interpretación del director James Whale en Dioses y Monstruos, y en dicha ocasión obtuvo directamente el premio al mejor actor. Como desgraciadamente McKellen no pudo venir entonces a recoger su galardón, un actor español lo hizo en su nombre. Recuerdo que, entre bastidores, este actor preguntaba de forma insolente: “Pero, ¿quién es este McKellen? Nadie lo conoce”.
Era casi cierto. Ian McKellen es fundamentalmente un actor de teatro, en el que triunfó desde muy joven. A los 25 años debutó en el West End londinense, incorporándose poco después a la Royal Shakespeare Company, y más tarde al Broadway neoyorquino. Sus legendarias interpretaciones en Romeo y Julieta, Macbeth, Hamlet, Ricardo III y Rey Lear, o en Amadeus, Bent y El Alquimista, por citar sólo algunas, le han hecho ser considerado uno de los más grandes intérpretes de Shakespare, o mejor aún, un actor de extraordinaria versatilidad, riguroso, sólido y sensible (términos que se aprecian en el magnífico resumen realizado por Carlos Rodríguez que se veá esta noche en la ceremonia de entrega del premio). Hasta la conservadora Margaret Tatcher tuvo que reconocer el talento de McKellen al proponerle para el título de Sir, a pesar de que el actor había hecho pública su homosexualidad precisamente en el momento en que en el Parlamento británico se debatía una ley por la que se quería prohibir hasta la mención de la palabra homosexual. La valentía de McKellen, pareja a su genialidad artística, dejó a la Tatcher y a sus parlamentarios entre la espada y la pared.
El cine descubrió a McKellen un poco tardíamente, sólo tras sus éxitos en la televisión. Pero desde que apareciera en la película Su Vida Íntima (A Touch of Love), en 1969, su vinculación con la gran pantalla ha sido constante. Hoy en día es conocido y admirado en todo el mundo, gracias especialmente a sus trabajos en X-Men y El Señor de los Anillos, lo que no deja de ser curioso: un actor tan extraordinario como él, con una carrera brillante en el teatro y en la televisión, dos veces nominado al Oscar de Hollywood (una de ellas por Dioses y Monstruos), mejor actor europeo por Ricardo III, ganador de un Globo de Oro por Rasputín y con otros muchos premios en su haber, ha logrado ser popular por trabajos sin duda excelentes, pero pequeños comparados con su valía. El Premio Donostia que recibirá esta noche de manos de su admirado Josep María Pou, quiere reconocer en Ian McKellen a un genio de la escena y la pantalla, y no sólo al malvado Magneto o al mago Gandalf. Gloria al maestro.