"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Soy una persona amarga. Mi amargura es consecuencia de 30 años bajo este régimen en Irán”, confesó ayer Bahman Ghobadi. Si hasta ahora su cine nos mostraba distintas expresiones de la falta de libertad en Irán, No One Knows About Persian Cats, va más allá y, sin resquicios para la esperanza y el humor,nos descubre un alma herida y desesperada, consecuencia de muchos problemas y sinsabores: “Debido a esta presión, a estas vivencias, tengo depresión, tristeza y amargura.Yen las películas trato de reflejar este sentimiento. Si yo no expreso mi amargura, reviento y mi rostro y el de mis amigos, son los de una persona triste”. Eso es lo que plasma en su cine: “Cada una de las películas que he realizado es como los segundos en los que a una persona torturada le sacan la cabeza del agua para tomar algo de aire”.
No One Knows About Persian Cats (Nadie Sabe Nada de Gatos Persas), la película de Ghobadi que se presentó ayer en Perlas de Zabaltegi, viene avalada por el Premio Especial del Jurado de Un Certain Regard de Cannes 2009. En ella, dos jóvenes músicos, Ashkan y la joven Negar, que acaban de salir de la cárcel, deciden formar un grupo musical. En una sociedad regida por el Islam, que prohíbe la música y en la que oír cantar a una mujer es pecado, la tarea se convierte en algo casi imposible.
La última propuesta de Bahman Ghobadi, dos veces ganador de la Concha de Oro del Zinemaldia, nos sumerge en las calles, en los sótanos y en las azoteas clandestinas de Teherán parar describir “la vida underground” de Irán. Para mostrar la opresión que padece la sociedad iraní, Ghobadi utiliza a los grupos de música: “Los artistas vamos un paso más adelante que el resto de la sociedad. Lo que he tratado de plasmar, en forma documental y narrativa, es la lucha que tienen los grupos musicales para sobrevivir y salir a flote”. Estos chicos se esconden, de la misma forma que deben permanecer ocultos los gatos y los perros, a los que se prohíbe pasear por la calle. Los gatos persas son muy queridos fuera, pero en Irán no valen nada", se lamentó Ghobadi. La película se centra en las bandas musicales pero el director kurdo asegura que la represión del régimen se extiende a todas las ramas del arte: “En los últimos 30 años podemos decir sin exagerar que millones de obras de arte, libros, cuadros, pintura, poesía, películas, música, están escondidos en las casas por miedo, porque necesitan promoción. Y las probabilidades de que les cojan o tengan problemas son elevadas. Muchos están enfermos o han intentado suicidarse. Es el día a día de esta gente”.
El propio Ghobadi se sorprendió de las condiciones en las que desarrollaban su música los jóvenes: “Se las ingenian en lugares insospechados. Lamentablemente, en Irán, a partir de las 23 horas no hay cafeterías, pubs o lugares de expresión artística y la gente está encarcelada en su propia casa, por culpa de la represión”.
Ghobadi rodó la película con pequeños grupos, sin licencia del gobierno iraní y en tres únicas semanas: “Íbamos en motos, con amigos, de un lado para otro para filmar rápidamente y marcharnos”.
A pesar de la repercusión internacional, Bahman Ghobadi se lamentó de que “por ser kurdo y sunita”, y por todas estas circunstancias, sus películas están prohibidas en Irán o se han proyectado en contadas ocasiones: “no he recibido financiación y tenía que poner dinero. Mis películas se tuvieron que distribuir a través del mercado negro”.
Argi Dorronsoro