"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Decía Alfred Hitchcok que es mejor partir de los tópicos para llegar a otra cosa que no intentar ser original en el planteamiento para acabar resolviendo con tópicos. Teniendo en cuenta que el mundo del rock está forrado de lugares comunes, Olivier Assayas intenta seguir a pies juntillas el consejo de Hitch en Clean (2004). De hecho, esta guerra contra el cliché en el rock siempre ha estado presente en buena parte de su filmografía: en Désordre (1986) formando parte del contenido, y en muchos de sus otros filmes en el detalle (bandas sonoras que huyen de la convención, referencias nada predecibles en los diálogos…) Tampoco debe olvidarse que, antes de ser director, Assayas fue crítico de “Cahiers du Cinema”, sí, pero también de “Rock & Folk”. Así que en su obra casi siempre se aprecia la aplicación de un criterio musical muy bien formado y alejado del tópico.
Como Clean es la película en la que la cultura rock de Assayas se manifiesta de manera más abierta, la batalla contra los clichés del rock también se presenta de manera más explícita. De hecho, empieza hundida hasta el cuello en ideas recibidas: el personaje de Emily Wang (Maggie Cheung, a estas alturas ya ex-esposa de Assayas) está absolutamente enfangado en el sota-caballo-rey del sexo, drogas y rock‘n‘roll. Su marido es un músico (además de verdad: lo interpreta James Johnston) que muere de sobredosis y ella debe ingresar medio año en prisión y perder la custodia de su hijo. Con un arranque así, parece difícil avanzar en la historia sin pisar ningún tópico… a no ser que se les dé la vuelta. Porque el camino de expiación que emprende Emily podría estar cargadísimo de moralina: viuda del rock que se redime alejándose del universo destructivo y, sobre todo, autodestructivo que se asocia a este tipo de música.
Pero este viaje de la oscuridad a la luz tan de melodrama clásico deviene otra cosa en manos de Assayas. La redención para esta madre y esposa fatal está también en el rock. Ahí estriba la diferencia. Porque Emily no va a dejar de ser Courtney Love para convertirse en, no sé, agente inmobiliaria o maestra de escuela. Pero, sobre todo, porque hay que acabar con el mito de la autodestrucción del rock que se ha perpetuado hasta la caricatura sin sentido. Hay que crear un nuevo rock y una nueva manera de vivirlo.Yeso es lo que hace Emily: crear una música lánguida, delicadísima y de una hermosa delgadez que compusieron expresamente Dean Wareham (Galaxie 500, Luna) y David Roback (Rain Parade, Opal, Mazzy Star) para que las cantara Maggie Cheung (maravillosamente bien, además).Alrededor y en sintonía con el ánimo de esta música, Emily Wang podrá construir una existencia con mayor luminosidad, madurez y serenidad. Otro rock, otra vida, otro cine.