"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Dejando a un lado los gustos personales, se puede decir que no hay películas fallidas o simplemente malas en la filmografía de Ang Lee, un director de especial solvencia, capaz de bordar historias de todo tipo, desde comedias a dramas contemporáneos, pasando por la épica, y que se mueve sin ninguna dificultad aparente entre Taiwán, China y Estados Unidos. Ahí están para demostrarlo obras tan diferentes entre sí como Brokeback Mountain, Deseo, peligro, Tigre y dragón, Sentido y sensibilidad, La tormenta de hielo o Comer, beber, amar, por citar sólo unas pocas.
Ahora vuelve a sorprender con una reconstrucción de Woodstock en la que apenas se escucha música, con un filme en el que asistimos a la locura de todos los preparativos de aquel festival que marcó una época. Seguramente Ang Lee ha pensado, y con razón, que ya hay excelentes documentales que recogen lo que significó aquel macroconcierto musicalmente, y, arropado por actores excelentes, ha querido mostrar las vivencias de unas gentes que quisieron montar un festival de rock sin ser conscientes de que iban a pasará a la historia.
Taking Woodstock es otra muestra del talento narrativo de Ang Lee. Nada más empezar la película, con los titulares de un informativo televisivo, ya nos ha situado en uno de los años más importantes del siglo XX, el año en el que el hombre llegó a la luna, cuando miles de soldados morían en Vietnam y Oriente Medio empezaba a ser una constante en la información internacional. Asistimos a continuación a una serie de carambolas que llevaron a organizar en un pequeño pueblo de la costa Este de Estados Unidos el festival de rock más famoso de la historia, a los problemas con los que se encontraron unas gentes que apenas sabían lo que era una guitarra eléctrica, a los enfrentamientos
entre los lugareños, a unos preparativos que no fueron nada sencillos, y finalmente a la llegada de miles de hippies con ganas de escuchar música y de cambiar las cosas, de parar la guerra y de vivir de otra manera. Y todo eso lo vemos y lo vivimos sin escuchar las canciones que sonaron en aquel rincón del planeta, pero sabemos que la imagen que nos ofrece Ang Lee de todo aquello es la verdadera, aunque le falte la banda sonora.
M.B.