"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En un estudio sobre los actores de cine publicado en “Film Ideal” en diciembre de 1965, su autor, José Luis Otero de Saavedra, se preguntaba si no era Glenn Ford “el mejor actor del momento”. Razones no le faltaban, pues Ford llevaba varios años dando lo mejor de sí en un puñado de títulos brillantes firmados por grandes maestros: dos melodramas criminales de Fritz Lang, una comedia y un melodrama bélico de Vincente Minnelli, tres westerns de Delmer Daves y uno de Anthony Mann, la película postrera de Frank Capra, un “psycho thriller” de Blake Edwards…
Esa edad de oro del protagonista masculino de Gilda (1946) contiene también Blackboard Jungle (Semilla de maldad, 1955), uno de los filmes más prestigiosos de Richard Brooks, basado en una novela de Evan Hunter, que incide en el talante liberal característico del cineasta proponiendo una crítica al sistema educativo, el racismo y la delincuencia juvenil. Ford encarna a un profesor que acepta impartir clases en un instituto infestado de jóvenes indomables. Meter en cintura a esos pollos le costará sangre, sudor y lágrimas.
Blackboard Jungle debe gran parte de su celebridad a la innovadora inclusión de un tema de rock en su banda sonora, el clásico “Rock Around the Clock” de Bill Haley & His Comets. Pero es también significativa en tanto que abrió las puertas de un nuevo género, el del Profesor Ejemplar en Aulas Incendiarias, siempre temible por su moralina. La obra de Brooks no escapa de ella ni de un demostrativismo elemental: ni zampándonos una entera botella de Font Vella nos tragamos la transformación del díscolo Sidney Poitier en buen samaritano. Pero es tan honesta y cívica como su modélico profesor.
También The Last Time I Saw Paris (La última vez que vi París), realizada por Brooks dos años antes, cae en el tópico al dibujar a su protagonista, en este caso el tópico del Escritor Alcohólico: Van Johnson, el pelirrojo de la Metro, uno de los actores que mejor ha cincelado al prototípico soldado yanqui de la Segunda Guerra Mundial,hace aquí de eso, de soldado yanqui con veleidades literarias y progresiva tendencia a empinar el codo que, tras la liberación, decide quedarse en París. Inspirado en “Babilonia revisitada”, de Scott Fitzgerald, es un filme irregular, un tanto perezoso, aunque poseído por el encanto irresistible del “look” MGM (los colores violentos, exaltados de Joseph Ruttenberg son un primor). Y tiene un toque de delirio que, por desgracia, ya no se lleva: Johnson coqueteando con Eva Gabor ante la mirada de su esposa Liz Taylor en esa fiesta elegantona inundada de alcohol. ¡Dios, cómo pintaba Hollywood la “dolce vita” parisiense!.
Jordi Batlle Caminal