"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Junto a Yuki y Nina, el bosque es el gran protagonista de esta película, un territorio mágico y cambiante que viene a ser algo así como una zona franca de la imaginación, un territorio libre para las dos niñas que no acaban de aceptar lo que los adultos han decidido para ellas. El bosque es también un gran vaso comunicante por el que se puede acceder a diferentes mundos. Si alguien dijo que su patria era la infancia, aquí la patria de la infancia viene a ser este bosque que, al contrario de los que suelen aparecer en los cuentos clásicos, es más un refugio que un entorno hostil y amenazante.
Yuki es una niña hija de francés y japonesa que vive en París, pero sus padres no se llevan bien y parece que va a tener que ir a vivir a Japón con su madre. Cuando eso ocurra, apenas podrá estar con su amiga Nina, cuyos padres están separados. Al fallar sus intentos de que las hadas vuelvan a reunir a sus respectivos progenitores, escapan a una casa de campo, y, tras ser descubiertas, se internarán en el bosque, pero el bosque tiene algo especial y comunica distintas realidades, distintos países. Dentro del bosque los niños son libres, no sienten miedo, y nada de lo que pueda ocurrir allí parece tan terrible.
Hay varias circunstancias que hacen de esta película, programada este año en el Festival de Cannes dentro de la Quincena de Realizadores, algo especial: por una parte, está codirigida por dos personas,un japonés y el actor francés Hippolyte Girardot, que también figura en el reparto; por otra,están todas las dificultades que supone rodar con niños, en este caso por partida doble y casi como únicos protagonistas, ya que los adultos son meros figurantes al haberlo decidido así los directores, que no querían hacer una película más sobre la crisis de una pareja; y, finalmente, una poética especial y poco frecuente.
Quien haya leído hasta aquí habrá comprendido que ésta era una película llena de riesgos, en la que la exageración de algunos aspectos podría haber resultado fatal. Sin embargo, los directores han conseguido que no se les escape nada de las manos, que todo tenga la dimensión necesaria y que no haya exageraciones, especialmente en lo que tiene que ver con las actuaciones de las niñas Noë Sampy y Arielle Moutel. Y no es poco.
M.B.