"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Les Chansons d’Amour y La France fueron realizadas el mismo año, 2007, y abrazan idéntico género, el musical, aunque lo hacen a partir de idiosincrasias distintas, las de Christophe Honoré y Serge Bozon, y con coberturas de otros géneros, el melodrama romántico en el caso del primero y el cine bélico en el del segundo. Estas dos propuestas demuestran la vigencia que el musical, género denostado en otras cinematografías europeas y muy puntualmente renovado en la norteamericana, continúa teniendo en Francia desde los tiempos en que Jacques Demy, más clásico, y Jean- Luc Godard, más rompedor, demostraron que los nuevos cines no tenían por qué estar reñidos con los géneros más populares, y el musical lo fue durante muchos años.
La propuesta de Honoré es evanescente, pese a que hay un acontecimiento dramático en su película que vuelca el relato de la comedia melancólica sobre un trío amoroso (el que forman Louis Garrel, Ludivine Sagnier y Clotilde Hesme, tres rostros ejemplares del último decenio francés) a la tragedia y la supervivencia emocional. Todo deviene muy natural en el filme, tanto en lo que afecta a las relaciones entre los personajes (la sencilla conversación de Sagnier y su madre sobre el ménage à trois) como en su construcción musical a partir de las magníficas canciones de Alex Beaupain: los personajes se ponen a cantar –en la calle, en casa, en un bar– cuando expresan sus verdaderos sentimientos. En la historia puede haber ecos de otro triángulo amoroso, el de Jules y Jim con Catherine en el filme de Truffaut, y las expresiones de Louis Garrel recuerdan a veces a las de Jean-Pierre Léaud en el cine del mismo Truffaut, pero Les chansons d’amourtiene un hálito irresistible y encantador.
También lo es La France, pero por otras razones.Bozon coge el musical (y el cine bélico: la acción sigue el itinerario de un grupo de soldados desertores franceses durante la primera guerra mundial) y le da la vuelta por completo. Honoré se acogía a una cierta convención, ya que en el musical hollywoodiense abundan las películas en las que los personajes expresan sus sentimientos cantando en plena calle, y bajo la lluvia, como en la recordada danza de Gene Kelly. Pero en La France, los soldados se detienen en el camino, cogen una serie de instrumentos reciclados –que realmente se construían en la época en que acontece el relato, pero que parecen un homenaje a las orquestas de juguete de Pascal Comelade– y se ponen a cantar para pasmo, y admiración, de la chica que les acompaña haciéndose pasar por chico. Bozon aún da otra vuelta de tuerca,ya que lo que interpretan los soldados resulta lo más parecido a una canción pop de los sesenta o setenta. Puro y delicioso artificio.
Quim Casas