"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Cuando un japonés se viene abajo, cerrará la ventana y se matará; cuando un americano se viene abajo, abrirá la ventana y matará a algún otro”. Estas palabras, extraídas del guión de Leonard y Paul Schrader para el filme Yakuza (Sydney Pollack, 1975), guardan más relación con tiempos pretéritos que con la realidad del reconstruido Japón de posguerra. La occidentalización, o más bien, americanización de los usos y costumbres se impuso, llegando hasta el subconsciente, que diría Wim Wenders. Un diáfano exponente del nuevo signo de los tiempos lo encontramos en The Beast to Die y en su personaje central, Date (Yusaku Matsuda), cuya condición de fotógrafo y corresponsal en conflictos bélicos (Angola, Vietnam, Líbano, India) no sólo le hace ver la auténtica cara del horror, sino además reconocerse en ella.
A su vuelta al Japón, como Travis Bickle en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Date encontrará su particular ataúd en su lujosa casa de diseño, viviendo aislado y caminando como un muerto. Sus ojos únicamente adquieren vida, o un simulacro de ésta, al matar con una pistola robada a un policía, ya sea atracando un casino de la yakuza, o una muy protegida sucursal bancaria. Momentos en los que al apretar el gatillo y cercenar una vida alcanza el éxtasis buscado. “La bala detiene el tiempo”, manifiesta arrebatado.
Una espiral de violencia, del exterior al interior del psicótico Date, que Toru Murakawa plasma de manera fría, seca, distanciada, con frecuentes planos generales que nos ofrecen una óptica más propia de cámaras de seguridad que de cinematográficas. Amén del uso de hilos musicales como banda sonora diegética para reflejar y denunciar una sociedad que, para el mentor de Toru Murakawa, el director Kinji Fukasaku, “cada vez se vuelve más aséptica”.
Ignacio HUIDOBRO