"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El cine como un campo de batalla y el director, a su vez, como un general al frente, en el set de rodaje, resulta una visión del arte cinematográfico que no casa en absoluto con el modus operandi de Koji Wakamatsu. El suyo es un cine, literalmente, de guerrilla, gonzo y terrorista. Sin ir más lejos, sus otrora vínculos con grupos radicales como El Ejército Rojo del Japón, entre otros, impidieron la concesión de un visado para acudir a Los Ángeles a la presentación de dos de sus más celebrados filmes, en 1997. Epítome de cineasta underground, Wakamatsu, en palabras de Tony Rayns, “es un director en el límite (...), pero que existió al margen de la industria, incluso contra la propia industria”. Películas tan audaces y comprometidas políticamente como Violated Angels (Okasareta Byakui, 1967) y Ecstasy of the Angels (Tenshi No Kokotsu, 1972) hacen que, por comparación, la etapa maoísta de Jean-Luc Godard devenga en un juego cinéfilo de mesa.
Como en Hardcore (Paul Schrader, 1978) con respecto al mundo del cine porno y las snuff movies, Shinjuku Mad narra el descenso a los infiernos de un cartero rural por las calles del distrito tokiota de Shinjuku, epicentro de los movimientos contraculturales (“Una revolución por la revolución”, proclaman alegremente) de la época, en pos de la verdad sobre el asesinato de su hijo Jyuro Makita, un joven estudiante de arte dramático. La desesperación del padre (Toshiyuki Tanigawa) choca frontalmente con el amor libre, el consumo de drogas y la ruptura con los valores tradicionales reinante en Shinjuku. Clima y aspectos celebrados por Nagisa Oshima en Diario de un ladrón de Shinjuku (Shinjuku Dorobo Nikki, 1968); por contra, Wakamatsu muestra proféticamente su lado más sórdido. Desde posturas antagonistas, el urbanita radical Shinjuku Mad y el hombre de campo personifican la revolución y el establishment respectivamente, siendo sendas caras de una misma moneda con igual pathos: “Los dos somos desdichados. Vivimos de nuestro odio y de nuestras desdichas. Esta ciudad, Tokio, Japón, todo... lo odiamos todo”(el revolucionario de fin de semana dixit).
Ignacio HUIDOBRO