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El Príncipe acogió ayer la presentación de Yakuza Eiga: une histoire secrète du cinèma japonais, un documental de Yves Montmayeur, buen complemento al ciclo Japón en Negro que el Zinemaldia dedica a las películas japonesas de gángsters.
Alternando entrevistas a directores, actores, productores e incluso auténticos yakuzas con imágenes de algunos de los títulos más representativos del género, Montmayeur brinda una panorámica de la evolución de este tipo de cine, asimilable al cine negro occidental, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial a nuestros días. Una evolución que tuvo su cénit en los años 60 y 70, cuando se convirtió en uno de los géneros más populares y, a la vez, polémicos.
“La yakuza sigue siendo tabú en Japón –indicó el director en el coloquio que siguió a la proyección del filme–. Un colega japonés me dijo que, por el mero hecho de que figurara esa palabra en el título del proyecto, íbamos a tener problemas. Yo argumentaba que no iba a hacer un documental sobre la yakuza, sino sobre el cine de yakuzas. Pero mi colega tenía razón: hemos tenido muchísimos problemas”.
A la postre, el fundamental ha sido que, “de cada diez entrevistas que solicitábamos, nos denegaban ocho, eso sí, con toda la cortesía propia del Japón”. A pesar de ello, Montmayeur ha conseguido reunir una serie de testimonios de figuras de primerísima línea, como Miike Takashi, Takhesi Kitano e incluso Noburu Ando, un antiguo yakuza que se reconvirtió en actor precisamente de películas de este género.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los vencidos se toparon con un país devastado y ocupado. En aquel contexto, en el que acudir al mercado negro era la única manera de cubrir las necesidades básicas, la yakuza se revitalizó, y la población humilde no veía con malos ojos a aquellas bandas que mantenían un cierto código del honor pretendidamente heredero de los samuráis. Algunos consideraron a los yakuzas incluso como una especie de Robin Hoods.
Las historias de estas bandas, tan violentas como populares, alimentaron el cine y, al mismo tiempo, los propios yakuzas mostraron gran interés por este medio. Invirtieron directamente en él e incluso se prestaron a actuar, tanto en papeles estelares como en papeles de extras. En los 60, el potente movimiento contestatario que vivió Japón conectó muy bien con este cine protagonizado por personas fuera de la ley, y el género vivió entonces su edad de oro de la mano de directores y actores como Ken Takakura, Kinji Fukasaku o Hirsho Matsukata. “Fue el género popular por excelencia, después del de samuráis”, hizo notar Montmayeur. En la actualidad, conoce un período de decadencia. “En ese sentido –añadió–, puede establecerse un paralelismo con el western. Tuvo unos pioneros, conoció su edad de oro con directores como John Ford, por ejemplo, y luego se ha visto sumido en un período de decadencia”. Siguiendo con los paralelismos, afirmó que Fukasaku es al género de yakuzas lo que el Sam Peckimpah de Grupo salvaje al western.
M.A.