"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Cuando una sociedad se moderniza también lo hace el delito, ese parásito que convive con ella para extraerle la sangre y generar peligrosas infecciones. Más o menos de eso es de lo que nos habla A Police Officer (1933), indudablente una de las mejores películas policíacas japonesas de la época muda. Como su título indica, es un relato centrado en la labor de un agente de policía, lejos de cualquier fanfarronada o épica innecesaria. Los personajes del filme ven su labor policial como una tarea cotidiana más, aunque siempre expuesta al peligro. Desde ese punto de vista, el filme es un precioso testimonio de la sociedad japonesa de principios de la década de los 30, escindida entre el respeto a los valores tradicionales y la absorción del modo de vida que llega de occidente. En ella encontraremos personajes que visten a la vez kimono y sombrero de gángster, una incipiente industrialización al lado de las casas japonesas, tugurios y salas de billar donde los vicios occidentales conviven con conflictos totalmente orientales.
Tomu Uchida (1898-1970) fue uno de los más prolíficos directores de la historia del cine japonés y, aunque su aportación al cine criminal fue escasa, sólo por esta película merecería ser recordado dentro del género. Fascinado por los procedimientos policiales su cámara sigue con inusitada agilidad las operaciones de los agentes: veloces travellings que siguen a motocicletas y automóviles, secuencias de montaje que muestran el laberinto de una central telefónica, persecuciones por intrincados callejones que muestran el lado más oculto del Japón de entreguerras... Si el cine es hijo de la velocidad, el crimen y los medios para combatirlo también deben serlo, parece decirnos Uchida. Pero en ese nuevo mundo tan frenético también queda la conciencia de lo que se pierde: una vieja amistad se pone en juego y el cine de acción le cede la palabra a un emocionante melodrama que resume ese conflicto entre deber profesional y sentimiento personal que tanto gusta al cine japonés.Yes que,en el fondo, A Police Officer no deja de ser la insólita combinación de un kimono con un sombrero de gángster.
Roberto CUETO