"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Tal vez no haya más misterio en la muerte que el que deja en un espacio vacío, tras una puerta cerrada. “Yo no tengo nada que revelar. Yo no sé nada”, decía la Muerte de El séptimo sello de Bergman. Tal vez si le tenemos miedo es porque nos enfrenta a nuestra propia soledad. Por eso La habitación de al lado, la última película de Pedro Almodóvar, flamante ganadora del León de Oro veneciano, no trata tanto sobre la muerte sino sobre cómo nos acompañamos cuando nos acercamos a ella. En ese sentido, hay algo en este melodrama de cámara, preciso y contenido, que nos remite tanto a Hable con ella (en la empatía que sostiene una amistad más allá del bien y del mal) como a Dolor y gloria (en la descarnada, austera crónica del declive del cuerpo), en lo que parece un imparable proceso de despojamiento formal del estilo almodovariano.
Hablábamos antes de Bergman, y es esta una película de rostros, que busca sus límites en la finitud de sus gestos y en las historias que se cuentan para permanecer vivos. Tilda Swinton y Julianne Moore están expuestas al escrutinio de la cámara, como si no existiera nada más en el mundo que el intercambio de sus afectos. Una pedirá ayuda, la otra la concederá, pero más allá de lo pragmático, ambas se enseñarán mutuamente que aún pueden confiar en lo humano. No importa que se hayan reencontrado en la enfermedad, porque Almodóvar cree que la amistad verdadera lo puede todo. Incluso plantarle cara a la muerte: Martha, la corresponsal de guerra que interpreta Swinton, desde un talante socrático, desde una lucidez que la acepta como aquello que a todos nos iguala; Ingrid, la escritora que encarna Julianne Moore, con la angustia de verla deslizándose entre las sábanas de los que amamos. En ese proceso de aprendizaje mutuo habrá también un espacio importante para el duelo colectivo: si la película, libre adaptación de la novela “Cuál es tu tormento” de Sigrid Nunez, parte de la historia de una mujer que agoniza en un mundo agonizante, parece lógico que lo íntimo se proyecte en la cosa pública, en todo aquello que nos concierne como una civilización que se desmorona. Aquí aparece la responsabilidad social del cineasta manchego, que empezó rompiendo una lanza por la memoria histórica en Madres paralelas y aquí aborda temas como el cambio climático y, sobre todo, el derecho a una muerte digna.
De todas las referencias que maneja Almodóvar –el women’s film de George Cukor, los grandes ventanales teñidos de nieve que remiten a Solo el cielo lo sabe de Douglas Sirk, la pintura de Edward Hopper– es “Los muertos”, el cuento de James Joyce que cristalizó en la memorable obra póstuma de John Huston, Dublineses, la más poderosa. Su hermoso monólogo final funciona como un mantra que los personajes invocan no solo para arroparse en la ficción sino también para definir el tono elegíaco de su viaje. Para un cineasta que había cultivado los excesos pop del melodrama, La habitación de al lado adquiere una preciosa pátina de poema crepuscular, casi testamentario. Pero el legado que nos quiere dejar Almodóvar es el de la transmisión y la reconciliación con la vida. No pretende cerrar una carrera desde el nihilismo y el desencanto, sino que prefiere mirar el futuro con la serenidad de los que aún tienen mucho que decir.
Por Sergi Sánchez