"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Más allá de las proyecciones de la mañana, continúan las tradicionales conversaciones de Nest, inauguradas con Carax y que seguirán hoy con Jane Schoenbrun, directora de I Saw the TV Glow. Ayer fue el turno del célebre Antón Álvarez, conocido también como C. Tangana, director de La guitarra flamenca de Yerai Cortés –la película que abrió la sección New Directors el pasado viernes y que supone su debut cinematográfico–, acompañado por el músico, productor musical e ingeniero de sonido Harto Rodríguez y por el protagonista del film, el guitarrista de flamenco Yerai Cortés. Para Álvarez, la irrupción en el cine cumple con su deseo por explorar nuevas vías en la creación: “No quiero repetir fórmulas, sino ponerme en riesgo”.
La conversación se centró alrededor de la música, el corazón de la película, que es un retrato documental de Cortés y su historia familiar. La banda sonora del film es el fruto de la colaboración entre los tres protagonistas de la charla. El origen del proyecto está en el encuentro entre Álvarez y Cortés, que se conocieron, como cuenta el propio director al comienzo de la película –dirigiéndose a la cámara casi en forma de introducción–, gracias al productor musical Javier Limón. “Quería contar las emociones que empujan a Yerai a hacer su música”, asegura Álvarez, explicando que el documental se convirtió en más narrativo de lo que había pensado al principio –cuando su interés se centraba más en las escenas de flamenco–, después del encuentro con la familia de Cortés.
El director evocó también que la visión del flamenco de Cortés le abrió los ojos sobre la necesidad de grabar la música en vivo, lo que supuso un impresionante trabajo de sonido directo: “Lo que siempre queríamos poner en valor era lo crudo, lo bruto, el ruido. Nos gustaba la idea de escuchar todos los sonidos que rodeaban la grabación”, recuerda Cortés. Pensar que se montó hasta en la cámara un micrófono estéreo para tener siempre en cuenta la vinculación del sonido con el encuadre, lo que supuso mucho trabajo de edición dirigido por Rodríguez.
Cortés acogió con placer la idea del documental, que también refleja su difícil pasado familiar: “Tenía la necesidad de contar mi historia, y decidí lanzarme. Aunque cueste mostrarse en lo íntimo, pensé que no tenía que esconder nada. El proceso me hizo incluso conocer más a mis padres y mi familia”.
Matteo Giampetruzzi