"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Hay ocasiones en las que las circunstancias que rodean la realización de una película son tan extremas y delicadas que todo análisis posterior del film se antoja pueril. Es en esos casos cuando la manida etiqueta ‘obra necesaria’ se impone hasta eclipsar cualquier otra consideración. Daney anjir maabed, película rodada en condiciones cuasi clandestinas por el director iraní Mohammad Rasoulof, es uno de esos casos. El largometraje, presentado estos días en Perlak, ha sido seleccionado como representante de Alemania en la carrera por el Oscar.
Esta película fue inspirada por las protestas que se vivieron en Irán a finales de 2022. ¿Cómo vivió aquel episodio?
Cuando mataron a Mahsa Amini yo estaba en la cárcel. Fue una experiencia única seguir todas aquellas protestas desde mi celda. Producto de aquellas circunstancias unos cuantos presos fuimos liberados y entonces quise conocer de primera mano las motivaciones de toda esa generación de jóvenes que había liderado las protestas; comprender sus motivaciones. La idea de entender todo aquello fue la que me inspiró a rodar esta película.
En el centro de aquellas protestas estuvo la situación de la mujer en Irán que es algo que también está en el centro de su película.
El movimiento de liberación en Irán ha acabado por tener un vínculo muy fuerte con la lucha de las mujeres. Este es un escenario nuevo que, a los que somos de una generación anterior, nos ha sorprendido mucho. A partir de ahí me interesaba crear una historia de tres mujeres: una madre, esposa de un juez, es decir, de un funcionario del régimen, y sus dos hijas. Frente a la realidad que viven ellas en casa está la realidad de lo que ocurre fuera y cada una de ellas lo vive de una manera. La madre es alguien que se entrega a la defensa de los valores tradicionales como si constituyeran una verdad unívoca. Sus hijas, al contacto con las redes sociales y con otras personas de su edad, comienzan a cuestionarlo todo. Pero más allá de otras consideraciones, esa confrontación nos resultaba interesante porque le daba un equilibrio a la historia.
El personaje de la madre, en cierto modo, representa un despertar de la sociedad iraní, ¿no?
Sí, es alguien que va saliendo de ese círculo cerrado que ella misma ha evitado siempre cuestionar. Se trata de una mujer que va abriendo los ojos.
Lejos de montar un melodrama familiar, usted confiere a la película un aire de thriller que termina por resultar asfixiante.
Sí, pero tampoco fue algo deliberado. Este film es fruto de la clandestinidad. Yo tengo prohibido rodar cine en mi país, por lo que no podía estar directamente en el set y eran mis ayudantes los que, de acuerdo a lo que habíamos hablado, se ocupaban de darle ese ritmo a las secuencias. Lo único positivo de un trabajo así de restrictivo es que al final haces de la necesidad virtud y la película adquiere un tono muy orgánico.
Eso me imagino que también marcó el trabajo con los actores.
Sí. Y es que además, a todos les resultaban tremendamente cercanos sus personajes en lo emocional. Lejos de hacer un trabajo de composición o de introspección, cada uno de ellos fue tirando de sus propias experiencias.
La película ofrece una imagen terrible del sistema judicial iraní, un sistema que en lugar de estar al servicio de los ciudadanos, los somete.
Es así, el régimen necesita de estas figuras para perpetuarse; necesita tener una cohorte de fanáticos a su servicio repartidos por la administración. Es muy difícil creerse que el sistema pueda cambiar desde dentro.
Jaime Iglesias Gamboa