"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El asesinato de Hildegart Rodríguez, en 1933, a manos de su madre Aurora Rodríguez Carballeira, constituye uno de los episodios más fascinantes de la crónica de sucesos en nuestro país. No sólo por lo impactante del crimen sino por los múltiples subtextos que ofrecía el caso. Aurora engendró a su hija en secreto como parte de un plan para crear un ser superior que redimiera a todas las mujeres del mundo. Una apuesta que situaba a esta mujer autodidacta, criada en una remota aldea gallega a finales del siglo XIX, a la vanguardia del pensamiento feminista. Hildegart, aquella niña educada para liderar la lucha de las mujeres se convirtió en una joven prodigio que terminó dos carreras antes de cumplir los diecisiete años, destacó dando charlas sobre eugenesia y sexualidad y tuvo un gran impacto en los ambientes intelectuales que siguieron a la proclamación de la II República. Pero pronto quiso volar sola, alejada de la órbita de su madre, y Aurora, como el escultor insatisfecho con su obra, optó por destruir aquello que había creado.
Esta historia, que ya había dado lugar a un largometraje dirigido por Fernando Fernán Gómez (Mi hija Hildegart, 1977), cayó en manos de la productora María Zamora, flamante Premio Nacional de Cinematografía: “Encontré un artículo sobre estos dos personajes e intuí que ahí podía haber una película, se lo mandé a Eduard Solá y Clara Roquet para ver si les apetecería desarrollar un guion a partir de ahí y ellos lo vieron claro. Pensando qué directores podían asumir el proyecto enseguida me vino a la mente el nombre de Paula. Lo que no sabía es que ella era una friki del universo Hildegart”. Tanto la directora como Eduard Solá, guionista, coincidieron en que lo más difícil fue determinar desde qué punto de vista querían contar la historia: “En una primera versión del guion prevalecía la mirada de Hildegart, en una segunda contamos la historia desde el punto de vista de Aurora. Al final determinamos que lo interesante era combinar ambas”, dijo Solá. Por su parte, Paula Ortiz confesó que otra dificultad adicional fue conferir una singularidad al personaje de Aurora: “No queríamos retratarla como una loca ni como una psicópata, pero enseguida coincidimos que Aurora, más allá de otras consideraciones, era una fanática y eso confiere a su historia una dimensión política”.
El choque entre esos dos mundos (el de la intimidad de Aurora y Hildegart y el que acontece más allá de la realidad que ambas habitan) fue también determinante para conferir a la película una fisicidad y una sensorialidad que fueron puestas en valor por su directora: “En esta historia chocan el mundo de lo apolíneo y el de lo dionisiaco. Aurora no quería hacer de Hildegart únicamente una mujer brillante sino también fuerte”.
Por su parte, Najwa Nimri, encargada de dar vida a Aurora, confesó que su mayor reto como actriz fue “evitar hacer este personaje muy sexual porque realmente lo que le sucede a esta mujer tiene que ver con una represión sexual muy fuerte, una represión que se perpetúa incluso en nombre de la liberación sexual. En este sentido, ese diálogo físico y corpóreo que mantiene con su hija tiene más que ver con la posesión que con lo sexual”.
Jaime Iglesias Gamboa