"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un maldito embrollo (1959) arranca con un plano de la fuente de Piazza Farnese, en Roma, al tiempo que desfilan los créditos acompañados por la melancólica canción “Sinno me moro”, escrita por el director, Pietro Germi, en colaboración con el músico Carlo Rustichelli y cantada por Alida Chelli. Un lento travelling en retroceso desde la entrada del 'condominio' –probablemente, un antiguo palacio de grandes escalinatas y deterioradas ornamentaciones– ilustra, mediante un paneo vertical hacia arriba, el lugar donde se desarrollará la historia. Y, de repente, un ladrón huye precipitadamente escaleras abajo, provocando la agitación y el desconcierto del vecindario... De esta manera, Germi nos sumerge inmediatamente en el ambiente popular romano, advirtiéndonos de que vamos a presenciar una historia de sangre y pasión en el marco de una cotidianidad de sesgo neorrealista. El asesinato de Liliana (Eleonora Rossi Drago) y la posterior investigación a cargo del inspector Ingravallo, interpretado por el propio Germi, nos revelará el lado oscuro de ese mundo 'popular'. Un paisaje humano poblado por personajes rayanos en lo grotesco, aderezado con un pesimismo subyacente que, más allá de desentrañar el entuerto, nos lleva a descubrir que los propios culpables son, a su vez, víctimas de una sociedad cínica y cruel.
na sociedad cínica y cruel. Basada en una novela de Carlo Emilio Gadda en El zafarrancho aquel de via Merulana (1957), Pietro Germi narra una historia criminal de enrevesada resolución, repleta de recovecos, de oscuras sospechas y pistas falsas –tanto para los personajes como para el espectador–, según las convenciones del cine de intriga, o mejor dicho, del clásico whodunit. No en vano, Germi se declaraba un entusiasta del cine policíaco: “Las disfruto muchísimo, en cuanto hay alguna voy a verla, incluso las malas... Era un viejo sueño hacer una película de detectives. En Italia nunca ha sido posible hacerlas; quizás la importancia del film resida en el hecho de que es la primera película policial italiana; es decir, algo nuevo, una forma de ver una realidad que nunca ha sido representada”, concluía. El director genovés fue uno de los grandes autores que participó del neorrealismo y que experimentó y exploró sus vínculos con otros géneros. De ahí la importancia de In nome della legge (1949) o El ferroviario (1956), cintas neorrealistas que abordan temáticas como la mafia, la lucha sindical, la desintegración de una familia obrera tradicional por el choque cultural de nuevas formas de entender la vida y el trabajo, alejándose de los principios más estrictos del fenómeno para flirtear abiertamente con el western o el melodrama.
Así pues, Un maldito embrollo transcurre por caminos alternos. En el primero, mientras que se acoge a los cánones del cine de género en lo que se refiere a la investigación – interrogatorios, vigilancias, diligencias, persecuciones, largas noches en la comisaría entre cafés y el humo de los cigarrillos–, con un estilo visual próximo al del cine negro estadounidense; en el otro, el relato se acomoda en ese neorrealismo que filma las calles y espacios de Roma con relajada naturalidad, desde los tugurios nocturnos a los mercados callejeros sin olvidar la precaria vida en la que viven inmersos muchos personajes, o sus agitadas relaciones personales, incluidas las románticas y sexuales, que impregnan de un hálito vagamente malsano el tono de la película.
Antonio José Navarro