Que Jacques Audiard es un director audaz es algo que ofrece pocas dudas. Basta con asomarse, sin vértigo a su filmografía para constatar su versatilidad como cineasta: cine negro, melodramas, thrillers, westerns… No obstante, para el director galo los distintos géneros cinematográficos nunca ha sido un punto de partida, más bien se trata de un laboratorio donde experimenta con las distintas historias que le interesa narrar hasta conferirles una dimensión no normativa. Prueba de ello es Emilia Pérez, la insólita propuesta con la que triunfó en el último festival de Cannes y con la que ahora ha inaugurado la sección Perlak. Se trata de una historia de narcos y redención, desposeída de toda la testosterona que se le presuponen a este tipo de relatos, rodada íntegramente en castellano y, que, para colmo, flirtea con las formas de representación del cine musical. ¿Cómo explicar el origen de semejante propuesta? “Tampoco tiene nada de extraño –comenta Audiard–. Hacía tiempo que me apetecía contar una historia ambientada en el mundo del narco y, leyendo un libro sobre el tema, di con el personaje de un narcotraficante que quería cambiar de sexo. Me llamó tanto la atención esto que a partir de ahí desarrollé no un guion sino una suerte de libreto operístico con distintas escenas protagonizadas por este personaje. La idea de conferirle esa dimensión musical me la dio el hecho de que Alexander Desplat había hecho una ópera inspirada en mi película Un héroe muy discreto”.
Pero una cosa es el punto de partida y otra la osadía de Audiard para poner en pie una historia sobre identidades de género que reflexiona sobre la violencia como construcción patriarcal. Karla Sofía Gascón, actriz española que con el premio a la mejor actriz en Cannes se convirtió en la primera persona trans en hacerse con este galardón, recuerda que cuando recibió el guion “lo primero que pensé es que aquello nunca se iba a hacer. También me preocupaba ahondar en el cliché sobre el narco y como iban a reaccionar en México ante eso, pero luego conoces a Jacques y ves que tiene las cosas tan claras, que es tan divertido y que te deja tanta libertad, que intuyes que todo va a salir bien. Porque mi trabajo en esta película es un trabajo de composición, interpretar los dos papeles que interpreto era una opción de riesgo que podía salir bien o ser una cagada. Por suerte ahí estaba Jacques”. La intérprete reconoce que al principio se sintió un poco intimidada por el prestigio del director y por el nombre de sus compañeras de reparto (Zoe Saldaña y Selena Gómez) pero relativiza el hecho de verse, de la noche a la mañana, en boca de todos tras la repercusión alcanzada por su trabajo: “Tengo 52 años y la mayor parte de mi vida la he vivido ajena al éxito. Si esto me hubiera pillado con 20 años igual me hubiera podido el ansia pero, sinceramente, estoy en un momento de mi vida que todo me da lo mismo”. Lo único de lo que recela Gascón es de la posibilidad de seguir interpretando un tipo de personaje muy concreto: “Muchos productores y directores tienen una limitación cerebral muy grande, hasta el punto de que únicamente te ven en papeles de mujer afligida y yo me quiero alejar de eso. ¿Qué tiene que ver el hecho de haber transicionado para defender un tipo de personaje que es puro cliché? ¿Por qué no puedo interpretar a una panadera que hace hogazas o ponerme un bigote y ser un mosquetero?”.
Un discurso que está muy en consonancia en el espíritu de una película como Emilia Pérez y de un director como Jacques Audiard quien, entre risas, afirma que ésta es su obra más coherente: “Todo encaja, hablamos de reasignación de género y lo hacemos resignificando el uso del castellano en una película que, a su vez, resulta difícil de etiquetar tal y como está planteada. Nadie tiene derecho a encasillarte, debemos ser nosotros los que decidamos qué es lo que queremos ser o lo que queremos hacer”. Al ser preguntado sobre si esa declaración de intenciones vale para definir el conjunto de su obra, Audiard reconoce que sí, pero que su deseo por transitar de un registro de representación a otro no es algo deliberado: “Simplemente intento ser contemporáneo, observar la realidad que me rodea e inspirarme en ella para los argumentos de mis películas. Por ejemplo, un film como Emilia Pérez no se me hubiera ocurrido rodarlo hace veinte años. La realidad cambia y mi cine cambia con ella”. Esa apuesta por la resiliencia Jacques Audiard suele trasladarla también al set de rodaje. En el caso de su última película, el director reconoce que tanto Karla Sofía Gascón como Zoe Saldaña fueron determinantes con sus aportaciones para que la historia terminara de funcionar, confiriendo una mirada femenina a una historia que, en la novela que le sirvió como punto de inspiración, exudaba masculinidad: “Creo que todas mis películas hablan sobre alguien que opta por un cambio de vida. En este caso ese cambio se da en dos direcciones y eso me permitía cuestionar ciertos clichés asociados a la cultura del patriarcado y reflexionar sobre lo difícil que resulta rebelarse contra esa violencia atávica asociada al mismo”.
Jaime Iglesias Gamboa