Los festivales de cine reúnen en su programación películas muy diversas que despiertan entre los espectadores, en consecuencia, opiniones diversas. Es por ello que resulta curioso que al salir de la proyección de La guitarra flamenca de Yerai Cortés, primer largometraje del director Antón Álvarez que inaugura la sección Nuevos Directores del Festival, se escuche lo mismo de boca en boca: “Ha sido una sorpresa”.
Antón es un artista. Lo es como C. Tangana en la música, donde se ha labrado una carrera llena de éxitos, y lo es como Antón Álvarez en su faceta cineasta. Es lo que queda claro con su primer largometraje que estrenó ayer mundialmente en el K2. “¿En tres palabras? Mi primera experiencia como director ha sido: una puta pasada”. Así de honesto se muestra el cineasta cuando se le pregunta al respecto de su debut como director. No resulta extraño escucharle así de entusiasmado y orgulloso, ya que el film es una evidencia del trabajo, cuidado al detalle y pasión que ha habido detrás.
La guitarra flamenca de Yerai Cortés es un documental sobre el guitarrista flamenco en su faceta personal y artística. Pero también es mucho más, también es un documental que se va abriendo como una matrioska. Hay muchas historias dentro de la historia y, como dice la sinopsis: “Esta película, protagonizada por Yerai Cortés, gira en torno a un secreto familiar que tiene que ser contado”. Ese “Tengo que contarlo”, lo reza el cartel promocional y lo repiten como mantra tanto Yerai como Antón.
El cineasta madrileño asegura que siempre había soñado con dirigir, pero el detonante para lanzarse a cumplir ese sueño fue conocer al propio Yerai, su forma de componer y su pasado familiar. “Citando a Calamaro: ‘es un artista de una honestidad brutal’”, confiesa Antón. “Traslada su vida a las canciones de una forma visceral. Si no fuera tan buen músico o si la historia no fuera tan impresionante, igual me hubiese impactado menos”. Pero le impactó, y los dos estuvieron de acuerdo en que “tenían que contarlo”.
Yerai Cortés es un guitarrista flamenco que empezó tocando el cajón flamenco con solo cuatro años, edad a la que su padre, el también guitarrista Miguel Cortés, le puso en el camino de la música y las artes. Ese don fue el que fascinó a Antón. Después, los “astros se alinearon” y se lanzaron a por este proyecto. “Yerai tenía esta idea de emprender un viaje casi terapéutico para él y es una película completamente honesta en esas primeras veces que se hablan ciertas cosas. Esas conversaciones están ahí y Yerai sabía que iban a suceder. Para toda la familia ha habido mucho de terapéutico en todo el proceso”, cuenta Antón en referencia a ese secreto familiar que anuncian en la sinopsis y que se trata durante toda la cinta con un suspense llevado de una forma muy inteligente.
Como espectadores, es un verdadero lujo poder acercarse a esta trama familiar de la forma tan honesta en la que la cuentan. Las conversaciones y las reacciones son tan espontáneas que ofrecen la sensación de que se está asistiendo en primera persona a cómo se desvela ese secreto. Esta franqueza hace que las emociones afloren continuamente durante la cinta, tanto para bien y reír, como para mal y llorar. “No hay puesta en escena. Lo único que he hecho ha sido esconder la cámara y que se acostumbren a ella y no la miren. El resto ha sido elegir qué montábamos”.
Su ópera prima es un conjunto de tomas con una gran sensibilidad, bulerías cargadas de emoción, detalles cuidados por toda la cinta (hasta en los créditos) y frases para reflexionar. “Este soy yo también y quiero que me queráis”, dice Yerai en la cinta, algo con lo que se identifica el madrileño: “Lo que quieren todos los artistas es que le quieran y cuanta más gente mejor. A la gente que le guste mi música le va a encantar esta película, es igual de emocionante e igual de divertida, tiene el mismo ritmo y, después del disco de ‘El madrileño’, se entiende perfectamente que haga esta película”.
Antón Álvarez se abre paso en el mundo del cine por la puerta grande, pero su talento musical lo acompaña. Durante 95 minutos, los espectadores asisten a una experiencia inmersiva musical y visual solo a la altura de la gran pantalla. “Nos hemos matado con el sonido. Todas las grabaciones de la música son en directo. Hay que verla en el cine. Está diseñada para escucharla en un 7.1 o en un ATMOS, que es una escucha inmersiva muy completa. El sonido de la película es un equilibrio con estos momentos musicales que son muy maximalistas, están pasando un montón de cosas y todas están pasando a tu alrededor. Ha sido un trabajo inmenso”. Un trabajo musical lleno de contrastes y sensibilidad, de pasión y de detalle, que queda patente en el film y que deja claro lo dicho: “Hay que verla en el cine”.
El público del Zinemaldia podrá disfrutar de la película en el cine estos días y para el resto de espectadores se prevé que el estreno comercial sea en diciembre. “Es una de las cosas más interesantes que he hecho a nivel técnico o de producción. Si tengo algo de valor como productor y alguien me valora por eso, tiene que ir a ver la película al cine”.