"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Última noche en Milán (2023) arranca con una virtuosa, bellísima panorámica aérea nocturna que recorre enterita la ciudad hasta detenerse en un apartamento en el que se está celebrando, o preparando, una fiesta. Ya en su interior, descubrimos que el motivo de la celebración es la jubilación, al día siguiente, de un policía intachable, honesto, con treinta y cinco años de servicio, que se vanagloria de no haber tenido que usar nunca su arma reglamentaria y se apellida Amore (de ahí el título original de la cinta: L’ultima notte di Amore). Durante la fiesta, una llamada telefónica de su comisario jefe le obliga a ausentarse y a personarse en el lugar de un crimen múltiple, el túnel de una autovía, donde entre otros cadáveres está el de su amigo y compañero del departamento. De pronto, un flashback hace retroceder diez días la acción para que entendamos los hechos sangrientos acaecidos y, de vuelta a la fiesta, comprendamos algunos detalles reveladores que habíamos visto sin darles importancia: el súbito llanto de Amore, por ejemplo, un modélico uso del punto de vista y de la capacidad del montaje para extraer nuevo significado de un simple gesto solo añadiendo un plano antes ausente.
El motivo de la bendita, merecida e inminente jubilación acostumbra a darle un peso específico a los personajes, un plus de densidad psicológica: ahí están los policías Robert Duvall y Jack Nicholson en, respectivamente, Un día de furia y El juramento, o el capitán de caballería John Wayne en La legión invencible, entre otros. En el caso de Amore, su retiro adquiere una significación muy particular, pues, como hemos visto en el flashback, el policía aceptó de un capo mafioso chino un trabajo tan bien pagado como peligroso a llevar a cabo todavía perteneciendo al cuerpo policial. Un trabajo que parecía rápido y fácil, pero acabó de la peor manera posible.
Esta trama clásica de cine policíaco la aborda Andrea di Stefano, de quien recordamos Escobar: Paraíso perdido (2014), con un fabuloso Benicio Del Toro, mediante un trabajo eficiente y preciso, tan atento al control de los espacios (el túnel de los crímenes y sus alrededores, que en un largo tramo del film concentran un suspense tenso y vigoroso) como a la movilidad fluida de la cámara: espléndido el travelling que sigue al protagonista y sus compañeros desde el interior de la comisaría hasta el interior del restaurante, atravesando una calle infestada de coches y tranvías. Su principal punto de apoyo es el reparto, un conjunto de actores y actrices sin mácula, salvo algún sicario chino un tanto caricaturesco. Lo encabeza el muy activo Pierfrancesco Favino (El traidor, Nostalgia…y en fechas recientes, la lamentable El buen italiano y El conde de Montecristo), en la piel de Amore, que interpreta con solvencia y credibilidad. Y atención a las también notables composiciones de Linda Caridi, la esposa de Amore, inesperadamente ambiciosa, y Antonio Gerardi, en el rol de Cosimo, un tipo de apariencia corriente pero con más lados oscuros que Darth Vader y personaje esencial de esta pesadilla nocturna, atmosférica e inquietante.