Viejo conocido de la sección Perlak, donde en ediciones pretéritas ya presentó The Florida Project y Red Rocket, Sean Baker hizo historia este año en el Festival de Cannes al lograr la Palma de Oro por Anora. La película, como ya ocurría en sus anteriores trabajos, es un viaje por el lado oculto del sueño americano a través de las vicisitudes de una serie de personajes que acumulan frustraciones, lo cual termina por humanizarlos a ojos del espectador: “El público conecta con los personajes no por sus virtudes sino por sus defectos y para mí, como director, es muy importante que se produzca esa identificación. No me atrevería a identificar a los personajes de mis películas como perdedores, más bien se trata de personas reales, de seres humanos con todo lo que ello implica. Por ejemplo, si tengo que hablar de los personajes de esta película, esa sensación de humillación que termina por padecer la protagonista es algo muy humano, lo mismo que el celebrar tu éxito restregándoselo por la cara a otros. A mí me interesa retratar esas facetas oscuras que existen dentro de todos nosotros, esas frustraciones y esos desengaños que nos hacen terriblemente vulnerables”.
En Anora, Sean Baker cuenta la historia de Ani, una joven stripper que un día, en el club en el que trabaja, conoce a un joven ruso que la contrata para ser su acompañante durante una semana y con el que termina por casarse después de una farra en Las Vegas. Sin embargo, los padres del joven, un matrimonio de magnates, pondrán todo su empeño en deshacer dicho matrimonio, misión que encargan a un trío de torpes matones armenios a los que han encargado cuidar de su retoño durante la estancia de éste en Nueva York. Esta sucesión de situaciones da para una película frenética, mayoritariamente nocturna y con momentos de humor muy acusados: “Yo particularmente encuentro humor lo mismo en un chiste malo que en una situación trágica. Si te paras a pensarlo, cualquier conducta ajena, vista desde una cierta distancia, tiene un punto absurdo. El humor es importante para lidiar con situaciones complicadas y a mí como director me gusta que el público en mis películas se ría, se ría y se ría y, al final, llore”. En este sentido, el cineasta no tiene empacho en reconocer que ese humor muchas veces lo desarrolla forzando el carácter arquetípico de algunos personajes, como esa pareja de oligarcas rusos a través de la cual cuestiona el ridículo clasismo de las clases dominantes: “se trata de una caricatura intencionada porque durante toda la película estamos esperando ver a esos personajes y cuando aparecen te das cuenta de que son ridículos en sus aires de grandeza, aunque luego asumes que también tienen un lado humano. Me pasa como con el resto de personajes, que quedan definidos a partir de estereotipos que luego subvierto”.
Hablar de subversión se antoja lógico si atendemos a las fuentes que Sean Baker manejó para construir este relato. Muchas de ellas provienen de la tradición de la comedia romántica: “No fue mi intención hacer una versión oscura de Pretty Woman, de hecho es una película que no había vuelto a ver desde 1991, pero puede que, inconscientemente, me influyera de cara a construir una trama de comedia romántica típica para después darle la vuelta”. No obstante, la verdadera fuente de inspiración del director nació de una carencia: “Rodar esta película fue una reacción ante la poca visibilidad que han venido teniendo las trabajadoras sexuales en el cine y televisión americanos. En otras cinematografías sí que abunda este perfil de personajes. Pienso, por ejemplo en el caso del cine italiano, o de la obra de Fellini. Pero en Hollywood se han representado de manera unidimensional y a través de una mirada llena de prejuicios”.
Dicho lo cual, para el cineasta, el verdadero tema de la película es la crueldad imperante en las relaciones sociales: “Uno de los temas que aborda esta película son las dinámicas del poder y las jerarquías y el modo en que tratamos a los que están por debajo de nosotros. Eso es algo que podemos ver en cada personaje; cómo denigra a los que ellos creen que son inferiores”.
Jaime Iglesias Gamboa