"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
No resulta exagerado calificar a Isabelle Huppert como una de las más eminentes intérpretes del cine europeo aunque el calificativo ‘europeo’, en su caso, se antoja insuficiente para glosar una trayectoria que le ha llevado a diversos rincones del mundo para ponerse a las órdenes de los cineastas más dispares. El último ejemplo lo encontramos en Yeohaengjaui pilyo, donde la actriz trabaja por tercera vez para el cineasta coreano Hong Sangsoo.
Esta es la tercera vez que participa en una película de Hong Sangsoo. ¿Cómo ha evolucionado su relación con él?
No sé si ha evolucionado porque la magia que he sentido trabajando con él esta vez es prácticamente la misma que sentí la primera vez que coincidimos. Lo que sí es cierto es que sus rodajes son cada vez más íntimos y sus equipos más reducidos. En este último rodaje, aparte de los actores, los únicos que estaban en el set eran él y una ingeniera de sonido. Él se hace cargo de la iluminación, de la música, del guion…Lo maneja absolutamente todo.
Supongo que esa sensación de despojamiento contribuye a ese halo de autenticidad que destila su interpretación en el film hasta el punto de no saber cuánto hay de improvisación y cuánto de guion en cada escena.
Tal y como lo describes parece que hubieras estado presente en el rodaje, pero sí, es exactamente así. Yo no sé si hablaría de improvisación porque partimos de un trabajo de escritura muy estricto, pero el modo de decir los diálogos y la manera en que jugamos con los silencios vienen favorecidos por la libertad que nos deja un director como Hong Sangsoo.
En esta película usted interpreta a una profesora de francés que huye del cliché a la hora de enseñarles frases útiles a sus alumnos. Esa circunstancia y el propio diseño de personajes convierten a Yeohaengjaui pilyoen un manifiesto contra la superficialidad.
Sí, esa es un poco la idea que pretende trasladar la película al espectador, la de intentar profundizar, la de ir siempre un poco más allá de lo evidente. El lenguaje, en este sentido, es un arma poderosa, ninguna frase es o debería de ser gratuita.
¿Cree que cada vez nos comunicamos de un modo más banal?
¿En la vida te refieres? En principio yo diría que sí pero tampoco me gusta generalizar. En todo caso prefiero pensar que siempre hay maneras de revertir esos escenarios de banalidad. Hoy en día estamos saturados de imágenes, de información y quizá eso contribuye a trivializarlo todo un poco más, pero también hay autenticidad en las relaciones que mantienes con tus amigos o con tu grupo de afines.
¿Y cree que el cine sigue esa misma tendencia?
Si tengo que hablar del cine que yo hago es más bien al contrario. Soy consciente de que soy una privilegiada, de que no todo el mundo tiene las posibilidades que yo tengo, pero precisamente por eso me gusta dar rienda suelta a mi curiosidad y probarme en registros distintos a las órdenes de cineastas diversos.
Esa curiosidad la ha llevado a trabajar lo mismo en EE.UU. que en Corea, en Filipinas que en Reino Unido.
No me da miedo lo desconocido, de hecho me gusta precipitarme hacia ello. Quedarte instalada en un tipo concreto de películas o de papeles me resulta aburrido. Esta profesión consiste en asumir riesgos. Y aparte de eso, trabajar en distintos países es algo que te enriquece culturalmente.
Esta no es su primera vez en el Zinemaldia…
No, de hecho tengo una bella historia de amor con este Festival. Aun tengo muy vivo en el recuerdo el Premio Donostia que recibí en 2003 de manos de Claude Chabrol. En San Sebastián he conocido a cineastas con los que, con el paso de los años, he acabado trabajando.