El sábado 30 de septiembre del año 2000, la entonces asociación de gais y lesbianas del País Vasco, GEHITU, otorgaba el primer premio Sebastiane a la película Krámpack, del director catalán Cesc Gay, en el marco del Festival de San Sebastián. La asociación emprendería en ese momento, quizás sin proponérselo, un importante recorrido que en la presente edición cumple 25 años.
En el documento que acompaña este artículo –reseña dedicada al palmarés de aquel primer premio y publicada en el diario del certamen– se menciona “que mejor refleje la realidad social de la homosexualidad” como la razón por la cual se creó dicho galardón. Una circunscripción que, tras veinticinco años, se ha ampliado a nuevos lenguajes, nuevas narrativas y, sobre todo, a otras identidades sexuales y de género, más allá “del tema gay”.
El listado de las películas galardonadas con el Sebastiane pone de manifiesto la mirada abierta de la cinematografía global a distintas orientaciones u otros elementos identitarios ligados a la sexualidad. Una evolución pareja a la propia realidad: mientras que en el año 2000 Krámpack destacaba “por la originalidad y el humor con que refleja el despertar homosexual de un adolescente”, en 2023, fue 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola Solaguren) la que lo hacía “por reflejar la infancia trans y crear referentes”.
Entre esas dos películas, entre esas dos fechas fijadas en el tiempo, se ha desplegado una bandera multicolor pintada con las obras de cineastas del Estado, de Francia, de Sri Lanka, de América Latina, de Estados Unidos o de Tailandia. Filmes que reflejan las vivencias de personas que traspasan los supuestos límites de la norma y que cuestionan el orden establecido. Más allá del despertar homosexual de un adolescente, los veinticuatro Premios Sebastiane reivindican, legitiman y re presentan otros imaginarios.
El imaginario de Cocó (20.000 especies de abejas), que no encaja en las expectativas de su familia y cuyo porqué no entiende; el de Junior (Pelo malo, Mariana Rondón, 2013), que quiere alisarse el pelo para la foto de la escuela; el de Lara (Girl, Lukas Dhont, 2018), que sueña con convertirse en bailarina; el de Sean (120 pulsaciones por minuto, Robin Campillo, 2017), que entrega hasta el último aliento en su lucha contra el SIDA; el de Valeria, Vilma, Mercy y sus compañeras trabajadoras sexuales (Estrellas de la línea, Chema Rodríguez, 2006), que exigen ser tratadas con dignidad; el de Laurel Hester y Stacie Andrée (Freeheld, Peter Sollet, 2015), que tuvieron que enfrentarse a las leyes de un condado para que la segunda pudiera heredar la pensión de la primera; el de la millennial Ren (Something You Said Last Night, Luis de Filippis, 2022), que lucha por equilibrar su anhelo de independencia con la comodidad de que la cuiden; o el de Axun (80 egunean, José Mari Goenaga y Jon Garaño, 2010), que a sus setenta años siente emociones inesperadas.
Es necesario que esos miedos, esos anhelos y esas inquietudes se exhiban en la pantalla porque construyen un audiovisual más plural, ampliando el rango de representatividad y generando que más personas puedan mirarse y reconocerse. Si bien en el año 2000, GEHITU era la asociación de gais y lesbianas del País Vasco y su galardón cinematográfico un reconocimiento al mejor reflejo de la realidad homosexual, hoy, en 2024 (y desde hace ya algunos años), GEHITU es lugar además para personas trans, bisexuales e intersexuales y el Premio Sebastiane reconoce las realidades, libertades y progresos del colectivo LGTBIQA+ al completo.
JOSE ARIAS DELGADO
* Con motivo del 25 aniversario del Premio Sebastiane, el Festival organiza, entre otras actividades, una proyección especial del film 120 pulsaciones por minuto (ganador del premio en 2017), el domingo 22 a las 18:15, en Cine Príncipe 2, con la presencia de su director Robin Campillo y el actor protagonista Nahuel Pérez Biscayart.