"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director austríaco Ulrich Seidl vuelve a Donostia dos años después de competir por la Concha de Oro con Sparta. En esta ocasión lo hace como jurado de esa misma sección.
Las sensaciones como competidor o como jurado serán bastante distintas, ¿verdad?
Sí. Cuando vienes presentando tu película te sientes por un lado emocionado, y por otro lado tenso por cómo va a recibir la gente tu película. Es muy diferente cuando vienes como jurado. Para mí es un privilegio porque puedes hacerte una buena idea de las películas que se están haciendo actualmente a nivel internacional. Y me alegro de hacerlo además en San Sebastián, porque cuando mi película Sparta fue cancelada en Toronto, y se creó un cierto escándalo, aquí sí que apostaron por ella. Estoy muy agradecido con este Festival.
¿Y está detectando alguna tendencia, ya sea a nivel formal o de contenidos, en este cine actual que está viendo?
Precisamente en esta edición de la Sección Oficial de San Sebastián no he detectado especiales tendencias, porque lo cierto es que hemos visto películas muy diferentes, muy diversas. Lo que sí que se percibe en general es que las películas se están haciendo dentro de una corriente de corrección política. Al cine actual le falta valentía, aunque por supuesto existen excepciones. Eso no es nada bueno para el arte del cine. Si uno se deja influenciar por esta corrección, no lo está haciendo bien.
¿A usted qué le debe llamar más la atención en una película para considerarla merecedora de la Concha de Oro?
Primero me debe interesar la temática, claro, pero también que sea socialmente relevante. Luego, contenido y forma deben ir en consonancia. Las películas deberían medirse en función de lo que significa hacer cine y arte en el tiempo presente. Eso no lo cumplen demasiadas películas. Y finalmente, la película tiene que tocarme algo por dentro. Sin algo emocional la película vale poco para mí.
Su propio cine pone al espectador, y podría decirse colectivamente a la sociedad europea, ante un espejo: en toda la crudeza, desnudez, e incluso fealdad que hay en el ser humano y en nuestras maneras de ser, creer y comportarnos. ¿Considera realmente eso algo controvertido o una provocación como algunas veces se ha dicho?
Es cierto que busco ese tipo de realismo. Eso puede resultar provocador para muchos espectadores, porque les dirijo la mirada a donde ellos no quieren mirar. Mis películas muestran realidades que afectan directamente a las personas y a algunas las lleva a reaccionar negativa y agresivamente. Pero mi intención es positiva.