"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Es muy encomiable la tranquila libertad con la que Paul Schrader se está tomando esta etapa de madurez de su carrera como cineasta. Sin la pretensión de completar obras épicas como Martin Scorsese, o la pulsión de la aventura enloquecida de Francis Ford Coppola, por citar a dos de sus colegas de generación, se diría que Schrader ya tiene amortizada la demostración de su talento en todas sus facetas: como guionista para Scorsese en Taxi Driver (1976) o La última tentación de Cristo (1988), para Sydney Pollack en Yakuza (1974) o Peter Weir en La costa de los mosquitos (1986); como teórico del cine en ese libro fundamental que es “El estilo trascendental: Ozu, Bresson, Dreyer” (1972); y como director, con filmes tan poderosos como Blue Collar (1978), Hardcore, un mundo oculto (1979), Mishima (1985), El placer de los extraños (1990), Posibilidad de escape (1992) o Aflicción (1997).
Su entrada en el siglo XXI fue más desnortada, alimenticia o simplemente fallida. Por eso llevamos unos años celebrando que Schrader esté de nuevo en racha con un cine que, sin ser excesivamente autoral o ambicioso, ha dado obras tan notables como El contador de cartas (2021), El maestro jardinero (2022) y esta Oh Canada (2024) que compitió en la sección oficial del pasado Festival de Cannes y ahora tiene merecido sitio en Perlak. De alguna manera, las tres películas recuperan uno de los temas más queridos de Schrader; la redención; a través de protagonistas masculinos maduros que buscan una forma de salvación o de resituación en el mundo. Y como es habitual en Schrader, con guion propio.
En Oh Canada parte de la novela “Los abandonos”, de Russell Banks, el escritor estadounidense que tanto retrató a la clase trabajadora, y a quien el cineasta ya adaptó en Aflicción. Sin embargo, esta historia tiene como protagonista a un documentalista que, ante el avance de su enfermedad, se decide a contar su vida en una entrevista filmada. Ese repaso le permite enfrentarse a la verdad de una trayectoria profesional, y sobre todo moral, que a menudo maquilló, y a su sentido de la culpa acumulado a base de dar una imagen de héroe admirado que no se corresponde exactamente con la realidad. Desde que se convirtió en uno de los más destacados representantes de los desertores que renunciaron a servir en el ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam, y huyeron a Canadá, Leo Fife procuró sacar buen partido a su decisión y afiló su capacidad para situarse allá donde necesitaba para medrar, sin demasiados reparos.
Del buen momento que atraviesa Schrader a sus 78 años, con un nivel de producción superior al de otros baches en su carrera, da cuenta el hecho de que pueda contar con un reparto de nombres con brillo que se pliegan a las necesidades del maestro y pulen muy bien sus personajes. Al protagonista Leo Fife lo interpretan Richard Gere, actor al que Schrader lanzó en su American Gigoló (1978), y que está aquí espléndido en la madurez; y Jacob Elordi en la juventud, mientras que Uma Thurman encarna a su esposa.
Como los caprichosos recovecos de la memoria, Schrader urde un laberinto bien trazado y equilibrado entre los distintos tiempos de una narración fragmentada, y va componiendo la compleja personalidad del protagonista a través del uso de distintos formatos y texturas de imagen para ir desnudando sus emociones de un modo confesional, pero no efectista, que sirve también de sólido retrato de una época. Y con las inspiradoras canciones de Phosphorescent como nexo emocional.
Ricardo Aldarondo