"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director estadounidense Michael Tyburski (Nueva York, 1984) es un viejo amigo del Festival de Cine de San Sebastián, ya que no es la primera vez que nos visita. Era la 62 edición del Festival y Tyburski vino como director para presentar su corto documental Brooklyn Farmer en la sección Culinary Cinema. En aquella ocasión quedó enamorado de la ciudad y, en concreto, de su gastronomía, y todavía recuerda con cariño la experiencia gastronómica que pudo disfrutar al participar en esa sección que une comida y cine.
Ha llovido mucho (en San Sebastián sobre todo) en estos diez años, que también han sido una década de avances profesionales en su carrera como director. En 2019 se lanzó a dirigir su primer largometraje, The Sound of Silence, que estrenó a competición en el Festival de Sundance. Después llegó la pandemia y cayó en sus manos un guion de ciencia ficción que hablaba de una comunidad de personas que, entre otras circunstancias distópicas, no tenían permitido el contacto físico entre ellos. Esta historia, por muy surrealista que pareciese, no se alejaba nada de la realidad que vivía entonces el mundo, confinado en casa y privado de contacto físico.
En Turn Me On, su segundo largometraje, Tyburski nos traslada a una comunidad en la que se han erradicado las emociones humanas gracias a una píldora diaria. La premisa del guion escrito por Angela Bourassa es que, eliminadas las emociones, eliminados los inconvenientes de las emociones. A esta comunidad se puede entrar voluntariamente, y en la cinta observamos que hay una gran demanda por parte de personas que están atravesando un mal momento en su vida, un duelo o una separación, y buscan dejar de sentir, para bien y para mal. La vida en esa comunidad es apacible y sin grandes emociones, obviamente, y las personas existen confortablemente sin dejar de saludarse con un mantra: “Are you content? (¿Estás satisfecho?) / Quite content (bastante satisfecho)”.
Esta vida apacible puede sostenerse gracias a una serie de normas que el espectador va conociendo de la mano de una joven pareja (Bel Powley y Nick Robinson) que pertenece a la comunidad. Pero todo se tambalea cuando la pareja se salta su dosis y descubren el amor, la alegría, el sexo y todo lo que conlleva.
En un medio artístico y visual como es el cine, en el que las emociones son el recurso fundamental para transmitir e interpretar, Tyburski se enfrenta al desafío opuesto: rodar una película con ausencia de emociones. Pero ese no es el mayor reto, el reto era plasmar de manera auténtica cómo cada uno de los personajes reaccionaría al comenzar a tener emociones. “Quería explorar las diferentes reacciones con los actores, por eso, aunque tuvimos muchísimas conversaciones, decidí que cada uno se sintiese libre para interpretar esas escenas a su manera. El resultado es perfecto”.
Durante 99 minutos, el director neoyorquino lanza a los espectadores la gran pregunta: ¿son las emociones buenas o malas? ¿Viviríamos mejor sin ellas? “Es una reflexión que espero que haga cada espectador y, según el momento que esté atravesando, seguro que hay una respuesta diferente. Lo bueno es que aquí, al salir del cine, esa reflexión se puede hacer mirando al mar”, señala haciendo un guiño a la película.
I.M