Javier Bardem (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) suele contar que su papel en Las edades de Lulú (1990) fue fruto de la casualidad. Mónica Bardem esperaba ser contratada por Bigas Luna, no él. Pero Javier, que apenas había actuado, acompañó a su hermana al casting. Allí, el director se fijó en el joven de veintiún años de rasgos hoscos y nariz torcida. Así, consiguió su primer papel como epítome del macho español, violento y rudo, un arquetipo que re petiría en los otros dos largometrajes de la trilogía ibérica del siempre provocador realizador catalán. Es ta colaboración marcó una década de personajes envueltos en historias atravesadas por el lumpen y el sexo.
Siguió en el cine con el papel de Raúl en Jamón, jamón (1992), donde conoció a su compañera en multitud de películas y, posteriormente, esposa, Penélope Cruz. El tríptico, tanto para Luna como para el actor, con cluyó con Huevos de oro, incluida en la Sección Oficial de San Sebastián en 1994. Decimos concluyó porque con ella terminó una etapa, la de los primeros pasos, a la que siguieron otras, hasta completar una trayectoria que, desde la fisicidad que aporta a sus personajes, ha discurrido en paralelo a lo más representativo del cine español.
En 1994, el jurado del Zinemaldia le concedió su primer gran premio, la Concha de Plata al mejor actor, por dos papeles que poco tenían que ver: en Días contados, de Imanol Uribe, se metió en la piel del rencoroso politoxicómano Lisardo –con el que logró su primer Goya al mejor actor de Reparto–, mientras que en la su rrealista El detective y la muerte, de Carlos Suárez, encarnó al investiga dor enamorado de la duquesa interpretada por Charo López.
Su colaboración con Pedro Almodóvar comenzó tres años después con Carne trémula, una deconstrucción del cine noir con sello de autor del manchego, en la que volvió a meterse en la piel de un detective que, tras un disparo, acaba convertido en estrella de baloncesto en silla de ruedas. A diferencia de Cruz, Bardem no ha vuelto a trabajar con Almodóvar, más allá de un pequeño cameo de esta pareja al inicio de Los amantes pasajeros (2013).
En 1997 protagonizó Perdita Durango (Velódromo), en el papel de un asesino excéntrico y psicópata, quizás un ensayo para su personaje en No es país para viejos (2008). Al igual que con Almodóvar y Álex de la Iglesia, solo trabajó una vez con Alejandro Amenábar, pero su interpretación de Ramón Sampedro en Mar adentro (2004) demostró, a quien todavía albergaba dudas, que Bardem es un todoterreno capaz en cualquier registro.
Aquel fue un papel multipremiado, que incluyó su segundo Goya al Mejor Actor Principal. El primero lo obtuvo por Santa, el desempleado más canalla de Los lunes al sol (Sección Oficial del Zinemaldia, 2002), de Fernando León de Aranoa. Tras interpretar a alguien que padecía injusticias, veinte años después, y ya consagrado como estrella internacional, se disfrazó del que las ejerce en El buen patrón (Sección Oficial, 2021), a las órdenes, de nuevo, de su amigo León de Aranoa. Entre medias, en 2017, fue él quien pidió a este director especializado en cine social que dirigiera Loving Pablo (Perlak), en el que Bardem da vida a Pablo Escobar.
Las edades de Lulú llegó por azar, pero no hay que olvidar que el actor pertenece a una saga de actores y realizadores de renombre, desde sus bisabuelos hasta su madre, Pilar Bardem. Su tío fue Juan Antonio Bardem, responsable de Muerte de un ciclista (1955). Su primo Miguel, hijo de Juan Antonio, fue quien puso a Javier y a su tía Pilar frente a frente en el corto La madre (1995), a caballo entre la auto-ficción y la autoparodia, y en la que el hijo desea asesinar a su progenitora, origen de todos sus lamentos. Si la actuación hubiese sido solo cosa de familia, el matricidio podría haber estado justificado. Pero no, fue cosa de la casualidad.
Harri X. Fernández